jueves, 23 de febrero de 2012

La Pajarera Negra Cap 1


SasoSaku FanFic: Los personajes de Naruto no me pertenecen, la historia por otro lado sí.

Advertencias: Hmmm… pues este fic contendrá lemon asi que ya saben lean bajo advertencia.

 Resumen: Sakura es contratada como enfermera por el joven Sasori para que cuide de su enferma abuela, pero aquella labor no dudara por mucho y la pelirrosa tendrá que marcharse, no obstante alguien no la dejara irse tan fácilmente.

La Pajarera Negra
黒い鳥
(Kuroi torikago)

Capitulo 1: Sueños tardíos: “Todo lo que está vivo con el tiempo muere, sin embargo, los restos de una criatura siempre son patéticos”.

-“En la pequeña pensión de la Rivera donde me hospedaba, diez años antes de la guerra, surgió en nuestra mesa una violenta discusión que exacerbando de pronto los ánimos, estuvo a punto de degenerar en furiosa reyerta.”- leía dulcemente con voz tersa, una joven de intensos ojos color jade y hermoso cabello rosado, cuyas finas hebras eran agitadas por el cálido viento que se colaba por la ventana, en aquella mañana de verano.

-“La mayoría de los hombres poseen escasa imaginación.”- continuó la lectura, observando desde su asiento a la mujer de avanzada edad que yacía postrada en la cama que se hallaba a un lado de ella. –“Todo aquello que no los afecta de una manera inmediata y directamente, y que no tiene sus sentidos, cual dura y afilada cuña, apenas logra excitarlos…”- resonó su sedosa y tierna voz por aquella blanquecina habitación, mientras volvía a situar su mirada en aquella anciana, cuyos ojos se cerraban con una lentitud imperturbable y su rostro parecía desvanecerse en el paso de unos segundos.

-“…mas si un día ante sus ojos acontece algo insignificante, estallan de inmediato apasionadamente. Entonces, en cierto modo, la apatía se convierte en frenético arrebato…”- dejó que la última frase se disolviera en el ambiente con sosiego, pronunciando las palabras con un tono cada vez más delgado. Examinó una vez más a aquella mujer,, con la mirada baja, para percatarse de que ahora, parecía estar durmiendo profundamente.

Cerro el libro que sostenía delicadamente entre sus manos, dejando ver así, el titulo de aquel texto “Veinticuatro horas de la vida de una mujer”, se levantó de aquella vieja silla de madera y caminó tranquilamente hasta donde se hallaba aquella dama, toco con delicadeza su muñeca y confirmo sus sospechas. Después de unos cuantos segundos de observarla con detenimiento, se dibujo lentamente en su níveo rostro un mohín cargado de tristeza, pronto logro divisar una silueta conocida pasar cerca del umbral de la puerta.

-Shizune-san, lo siento… Tsunade-sama ha muerto.- dijo la ojijade apenada.

-Mmm… de acuerdo.- respondió la mujer de cabello negro corto y de ojos cafés, que llevaba puesta una bata blanca, para después seguir su camino por el pasillo.



Contempló desde la entrada del cuarto, como el cuerpo, ya sin vida de la mujer, era preparado para ser llevado a la morgue. Vio así la forma en que una de las enfermeras, cortó con unas tijeras el brazalete que tenia escrito el nombre y número de habitación de la ya occisa y colocaba una tarjeta atándola al pulgar de su pie, para cuidadosamente introducir el cuerpo en una bolsa a la medida, de apariencia cristalina, y por último, reunir todas sus pertenencias en una caja de cartón.

-Déjala en la recepción, en caso de que alguien venga.- le informó, de manera amable y tímida, la mujer de cabello negro azulado y ojos perlados, mientras le entregaba aquella caja.

Camino por los pasillos con calma, dirigiéndose hasta la recepción en donde tomo asiento en una de las tantas sillas y espero el momento en que le avisaran si alguien reclamaría los objetos personales de la ya fallecida paciente. Abrió la caja con interés y observo los artículos que yacían en su interior, unos cuantos libros, una fotografía de la mujer en sus años de juventud con quien parecía ser su hermano menor, unos cuantos tablones de apuestas y un llavero con una hermosa piedra de jade, entre otras cosas.

-¿Llevas mucho esperando?- le preguntó aquella mujer pelinegra, sacándola abruptamente de sus pensamientos.

-¡No!... para nada.- dijo en un sobresalto, tapando la caja. –¿No ha llamado nadie, Shizune-san?- pregonó ella con curiosidad y preocupación.

-No, lo lamento, ella ya no tenía familiares vivos.- le respondió con gentileza. –Puedes ponerla en la basura.- le expresó mientras colocaba una mano en su hombro, mirando aquella insulsa caja, para luego retirarse del lugar.

-Si… está bien…- susurró para sí con distracción. Se levantó con letargo de la incómoda silla y se dirigió hasta la puerta trasera del hospital, aquella que decía: “Salida de emergencia”, una vez fuera, se condujo hasta el gran cubo de basura metálico, que se encontraba al otro lado del pequeño callejón. Lo abrió con monotonía y observo como en su interior se encontraban de manera olvidada, un par de cajas más, “Shirakawa Minami Objetos Personales” leyó mentalmente la etiqueta de uno de los paquetes, pasando por su mente, cuan solitario debería ser terminar tan solo como una cuantas cosas abandonadas en la basura. Pensativa, al fin decidió no dejar que el recuerdo de aquella mujer, a la cual había atendido por un tiempo, se perdiera entre el montón de deshechos, observo una vez más aquel bulto que sostenía, cerro el contenedor y regreso de nuevo al hospital con caja en mano y con una resolución en mente que lo cambiaria todo.

Realizó la parada al autobús en la esquina, y con periódico y caja en mano, lo abordo. Se coloco los audífonos de su pequeño mp3 y se sentó hasta el fondo, en donde se hallaba un poco mas vacio, colocando sus pertenencias encima de sus piernas, hojeo el periódico en busca de aquello que realmente le interesaba. Sin pensarlo, desvió su mirada hacia la ventana que se encontraba a un costado de ella y observando el monótono paisaje de la ciudad se pregunto mentalmente, si todo lo que había hecho era realmente lo correcto. Examinó nuevamente el obituario en busca de algo de interés, cuando un pequeño anuncio capto su atención.

-“Se solicita enfermera personal.”- leyó en un murmullo que apenas si se escuchó, implantándosele así un brillo de alegría en los ojos. –Hmmm… suena bastante bien…- se dijo para sus adentros contemplando la esperanza de su nueva vida. Saco una pluma del bolsillo de su suéter blanco y encerró aquel pequeño anuncio en un círculo, soltando así una sonrisa llena de argucia.

Llego a su apartamento a media tarde, aun con el cansancio producido por esa mañana, sin embargo, toda preocupación se esfumo gracias a aquella ilusión de un cambio en su profesión, en eso que tanto amaba. Dejó las cosas que llevaba consigo desde el trabajo, en la mesa del minúsculo comedor, y mirando por el rabillo del ojo el reloj, se altero en sobre manera, a lo cual como respuesta comenzó a quitarse con premura los zapatos y aquello que llevaba encima.

-Rayos, olvide que hoy había quedado con Ino, para ir a comer al café.- habló agitada mientras corría a su habitación semidesnuda, con la intención de ponerse algo más adecuado para ir con su mejor amiga. Salió de su cuarto poco más de cinco minutos después, vestida con una falda color gris que le llegaba hasta la mitad de los muslos, una blusa rojo cadmio y unas botas negras de tacón. Cepilló un poco su rosada cabellera, la cual se situaba por encima de sus hombros y la adorno con una peineta de color rojo.

Observo nuevamente el reloj y se dio cuenta que aún  le quedaban veinte minutos antes de la hora acordada, busco el periódico en su mesa y corto cuidadosamente el anuncio que había marcado con anterioridad, tomo el teléfono y marco el numero que venía escrito. Esperó unos cuantos segundos antes de que una mujer le contestara al otro lado del auricular, habló con ella durante unos minutos, para después colgar. –Bien, ahora todo está listo.- se dijo a sí misma con una gran sonrisa plasmada en el rostro. Una vez hecho esto, se dirigió presurosa hasta la entrada de su departamento y salió con intenciones de ir a aquel café-restaurante en el que había quedado de verse con su vieja amiga.

Llego al lugar, puntual como era su costumbre y en una de las mesas logro divisar a una muchacha de larga cabellera rubia atada en una coleta y grandes ojos azules, le lanzo un cordial y leve gesto con la mano, para caminar lentamente hasta donde esta se encontraba.

-¿Has esperado por mucho, Ino?- preguntó la pelirrosa mientras se sentaba en la silla que yacía de frente a su conocida.

-No realmente, la verdad es que acabo de llegar, frentona.- le contestó la ojiazul de manera socarrona y alegre.

-Que graciosa, Ino-cerda.- replicó con algo de molestia, mientras abría la carta del menú. -¡Mesero!- voceo al susodicho con un movimiento de su mano, que le indicaba al joven que se acercara.

-¿En qué les puedo servir, señoritas?- dijo el muchacho, una vez en la cercanía.

-Puede traerme una carne arrachera con algo de papas a la francesa y un refresco de cola grande, por favor.- le expresó la rubia mirando al camarero como si este fuese comestible.

-A mi puede traerme una ensalada de pollo y una limonada, por favor.- dijo la ojijade cerrando el menú y sin mirar directamente al chico. 

-E-enseguida.- habló con nerviosismo al sentir la penetrante mirada azul que se clavaba en su fisonomía, entretanto recogía las cartas del menú con cortesía, para posteriormente retirarse.

-Estas a dieta o qué… solo has pedido eso, generalmente comes más que yo.- argumentó prácticamente de la nada, mientras le inspeccionaba con malicia.

-No… es solo que quizá este algo nerviosa.- replicó con desasosiego.

-¿Nerviosa por qué?... ¿acaso te ocurrió algo?- manifestó en una interrogante la joven de rubios cabellos.

-Pues veras… mira esto.- declaró dudosa extendiéndole aquel recorte de periódico que recién había sacado de su bolso. –Tengo una entrevista mañana.- concluyó ya con ánimos y decisión.

-Enfermera personal… ¿qué hay de tu empleo?- le pregonó con asombro mientras tomaba el pedazo de papel y lo leía rápidamente. 

-Ya me canse del hospital.- le respondió la pelirrosa negando con la cabeza y con una mueca que reflejaba su hastió.

-¿Por qué?... ¿qué paso?- le cuestionó confundida.

-Aquí tienen su pedido.- dijo el joven camarero interrumpiendo de momento aquella conversación, entregándoles a cada quien lo que habían ordenado.

-Gracias.- dijeron ambas a la par.

-Por nada, estoy para servirles.- expresó con suma cortesía y se retiro.

-Perdí un paciente hoy.- le mencionó con aquejo y melancolía en su mirar. –Tsunade-sama…- susurró con algo de lo que parecía ser arrepentimiento.

-Lo lamento tanto.- enunció la ojiazul mientras tomaba de la mano a su amiga.

-Es solo que… murió y en ese instante era como si no pudieran esperar para sacarla de ahí, ¿me entiendes?, es como si fuera un simple negocio y ya.- arguyó con frustración.

-Sí, pero te tenia a ti ¿no es verdad?- le objetó a manera de consuelo.

-Si por supuesto, pero me molesto tanto, es que ya ni siquiera les interesa, fue tan deprimente ver como se la llevaban, como si solo fuese un pedazo mas de carne.- habló con enojo y nostalgia a la vez.

-Oye Sakura, pero esto está en la nada… esta a las afueras de Konoha en medio del bosque, en ese lugar que prácticamente colinda con la ciudad de la Arena.- le reprochó la rubia, observando ya con más detenimiento el anuncio.

-No tienes de que preocuparte, mira conseguiré las horas que necesito para terminar la escuela de enfermería, me pagaran y podre ayudar a una persona, a mi manera.- infirió la ojijade de manera orgullosa, señalándose a sí misma con el dedo índice.

-Es prácticamente un pueblito olvidado por la mano de dios, donde la gente ni siquiera tiene dinero.- la miró con el rostro repleto de sorna.

-Realmente no creo que este olvidado por dios.- habló con algo de sarcasmo. -Y un cambio siempre es bueno cuando se es joven ¿no crees?, además me ofrecerán techo y comida, qué más puedo pedir, así no tendré que conducir a diario hasta ese lugar, mañana ya veremos qué pasa.- se expresó ella con sumo optimismo, una gran sonrisa se dibujo en su rostro y sus ojos de empaparon de alegría.

-Bueno si crees que es lo mejor y te hace feliz, que se le va a hacer. Yo te apoyo en todo, ya lo sabes.- dijo la ojiazul sin más remedio que la resignación, pues su amiga era terca a más no poder.

-¡Gracias!- exclamó con satisfacción, dirigiéndole un tenue abrazo a su querida amiga del alma.

A la mañana siguiente se encaramó un poco más tarde que de costumbre. Al sonar el despertador se levanto de la cama con sosiego, se dirigió al baño con la intención de ducharse, y se vistió de manera formal, colocándose un vestido negro de una sola pieza con tirantes, que resaltaba su figura, un fino suéter gris, unas medias negras y unos zapatos del mismo color, que a su vez hacían juego con el vestido. Acomodó su cabello de lado y lo adorno con un broche del mismo color que el suéter, desayuno con calma y tomo las llaves de su auto, que rara vez usaba, para dirigirse al lugar de la entrevista, que posiblemente seria el sitio donde de ahora en adelante trabajaría.

Condujo por la carretera alrededor de poco más de tres horas y siguiendo el mapa, el cual la mujer que le había atendido el teléfono el día anterior, le aconsejo usar, llego hasta los confines de la ciudad de Konoha, un lugar que a la joven Sakura le parecía de lo más hermoso, absoluta vegetación por donde mirara, enormes arboles y animales de bosque por doquier, incluso los camino aun eran de tierra. Pronto llego al lugar marcado en el mapa, acrecentando así su alegría, al imaginarse como seria ahora la vida con su nuevo empleo, si es que se lo otorgaban.

-Bien… ahora debo girar a la izquierda.- viró el volante del viejo auto color rojo que conducía y llego hasta un amplio terreno, cuyo letrero en la entrada decía “Propiedad privada – No entrar, haciendo caso omiso de dicho cartel, se adentro en aquellos lares, siguiendo el camino que era marcado por dos franjas de tierra libre de césped. Así logro llegar hasta una tétrica y desolada casa, que lúgubremente se encontraba pintada de un negro descolorido. –Ay por dios…- murmuro para sí al observar la gran casa al estilo victoriano de aparentemente dos plantas; se estaciono enfrente, bajo del automóvil y se dirigió hasta la entrada.

Miro su reloj de mano, había llegado tan solo 5 minutos antes de la hora pactada. Se acerco con pasos diligentes hasta la puerta y notando que esta no tenía timbre, toco con delicadeza el aldabón un par de veces, espero unos segundos y al no ver respuesta, volvió a tocar. –Hola… disculpen…- bramo a medias de manera seca, sin obtener respuesta alguna por un buen rato. –¡Disculpen ¿hay alguien aquí?!- exclamo nuevamente tocando la puerta esta vez con los nudillos.

-Un momento, por favor.- logró escuchar una voz masculina al otro lado, que para sus oídos era sencillamente melodiosa, mientras percibía como la cerradura comenzaba a abrirse. -¿Qué es lo que desea?- pregunto extrañado un misterioso joven, de entre la pequeña abertura de la puerta dejando ver únicamente su rostro. Su piel era blanquecina y pálida, de sedoso y vivo cabello color rojo y unos inescrutables ojos miel, aquella atractiva e imponente figura le provoco un ligero sonrojo a la ojijade.

-B-buenas tardes… y-yo… vengo por el anuncio del periódico, e-el de se solicita enfermera.- tartamudeo, pues en cuanto poso su ojos en los del muchacho, sintió perderse en ellos. Ante lo dicho el pelirrojo articulo un gesto que reflejaba incomprensión y desgana. –Hablé con su empleada domestica ayer por la tarde, ella me dijo que viniera el día de hoy, a esta hora, para una entrevista, mi nombre es H-haruno… Sakura.- le expresó ella con sumo nerviosismo y distracción, pues aquella profunda mirada y la apariencia del joven le apartaban con descaro de la realidad.

-Ah sí, ahora lo recuerdo, la enfermera que solicite.- dijo de manera fría e indiferente mientras abría la puerta por completo. –Disculpe mi descortesía, soy el dueño de la casa, Akasuna no Sasori, pase por favor.-

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