jueves, 1 de marzo de 2012

La Pajarera Negra Cap 2

¡Hola mis queridos lectores!
Hoy es jueves jojo así que aquí les traigo el segundo capítulo espero les guste.
*Bueno antes de empezar, el turtupilin (o a veces conocido como Churrinche (Argentina), Mosquero Bermellón, Saca-tu-Real (Chile) cuyo nombre científico es Pyrocephalus rubinus es un ave que en lo personal me parece muy bella, el macho tiene copete rojo, antifaz negro, garganta roja, abdomen y pecho rojo, dorso gris, alas negras, cola negra y pico negro, busquen alguna imagen en google y verán que es muy bonito.
Ya sin más pues a leer.

Capitulo 2: Pajarera Negra, “Mis pensamientos cada vez más abstractos y profundos, son encerrados dentro de aquella pajarera negra.”

-B-buenas tardes… y-yo… vengo por el anuncio del periódico, e-el de se solicita enfermera.- tartamudeó, pues en cuanto poso su ojos en los del muchacho, sintió perderse en ellos. Ante lo dicho, el pelirrojo articulo un gesto que reflejaba incomprensión y desgana. –Hablé con su empleada domestica ayer por la tarde, ella me dijo que viniera el día de hoy, a esta hora, para una entrevista, mi nombre es H-haruno… Sakura.- le expresó ella con sumo nerviosismo y distracción, pues aquella profunda mirada y la apariencia del joven le apartaban con descaro de la realidad.

-Ah sí, ahora lo recuerdo, la enfermera que solicite.- dijo de manera fría e indiferente mientras abría la puerta por completo. –Disculpe mi descortesía, soy el dueño de la casa, Akasuna no Sasori, pase por favor.- habló de manera cordial, extendiendo su mano exhortándola a entrar.

-Muchas gracias…- por poco murmuró aquellas palabras, pues una extraña inquietud se apropio de ella, al sentir como la mirada del ojimiel se posaba en su figura y la inspeccionaba de arriba abajo.

Se adentró con timidez en aquella vetusta casa, observando el interior de esta con sumo interés, miró el tapiz verde olivo ya demacrado por el paso del tiempo, el cual cubría, en apariencia, la totalidad de la casa, las paredes del recibidor en donde se situaba, se hallaban vacías, ni un cuadro a la vista, mas en él, se encontraban dos pequeñas sillas gemelas hechas de una deslucida madera y una diminuta mesita del mismo material. De pronto y sacándola abruptamente de sus pensamientos, sintió un escalofrió recorrer su columna, al escuchar como la puerta se cerraba a sus espaldas.

-Por aquí, por favor.- la condujo por el largo pasillo del vestíbulo, tomando la delantera, hasta la estancia de la enorme y vieja morada. –Puede tomar asiento, si gusta.- sugirió con un tono cargado de total indiferencia ante la pelirrosa, mas su mirada expresaba lo contrario, pues no la había apartado de la susodicha desde que esta había llegado. –¿Le ofrezco algo?... un café o té quizá.- profirió de manera cortes al ver como ella se sentaba lentamente en el sofá.

-Un té estaría bien, muchas gracias.- le expresó de forma retraída mientras se acomodaba el vestido y un rojo pastel coloreaba lentamente sus mejillas.

-Vuelvo enseguida.- articuló aquellas palabras con apatía, aun sin apartar la vista de la ojijade. Caminó hacia el gran comedor que se hallaba a la izquierda de la muchacha y entro en la cocina, la cual la pelirrosa no alanzaba a deslindar del todo.  –Únicamente tengo negro y de limón… ¿de cuál prefiere?- se alcanzo a escuchar su dulce pero impasible voz en la lejanía.

-¡Limón!... l-limón, por favor.- musitó en un respingo, pues el tono del muchacho, que tan atractivo le parecía, la saco de sus abstractas reflexiones de golpe. Ya en la distracción y con su mente parcialmente en blanco, poblada únicamente por la imagen de su anfitrión, empezó a examinar la extensa habitación en la que se encontraba; descubrió nuevamente aquel tapiz verde olivo ya sin color, un juego de sillones conformado por tres piezas y un taburete que estaban forrados por una tela de colores verdes y violáceos muertos y una mesa de centro, aparentemente de caoba y de una antigüedad incalculable, mas lo que en verdad llamó su atención, fue que a diferencia de las paredes del recibidor, las de la estancia estaban adornadas, colmadas de cuadros que a los ojos de la joven parecían muy peculiares.

-Que pinturas tan más extrañas… casi todos son de aves, más aun… aves enjauladas…- farfulló para sus adentros, dándole un vistazo a aquellos singulares lienzos desde el sillón donde se ubicaba.

-Perdone mí de demora.- dijo con una modestia en sus palabras que su rostro simplemente no reflejaba, entretanto colocaba con delicadeza y pulcritud, una charola probablemente de plata que contenía un juego de té, en la mesa.

-No hay problema, Akasuna-san.- declaró ella con sumo desasosiego, soltando inevitablemente una risita exaltada.

-Le agradecería que me llamara por mi primer nombre.- le especificó en un tono sutil y atento, que la hizo estremecer, a la par que serbia aquel liquido verde mieloso en las pequeñas tazas de porcelana blanca adornadas con garigoleados color marrón. -¿Le apetece con azúcar?- pregunto mirándola a los ojos.

-S-si… por favor.- balbuceó sintiéndose ultrajada por aquella mirada color melaza, que parecía poder verlo todo de ella.

-¿Una o dos cucharadas?- volvió a cuestionarla con una amabilidad que su fisonomía no manifestaba, lo cual la turbaba en sobremanera.

- Eh… dos, por favor.- respondió completamente absorta, pues su mente y todo su buen juicio, eran absorbidos por la imagen de aquel enigmático joven.

Abrió, en finos movimientos la azucarera y vertió dos cucharaditas de aquel polvo blanquecino en una de las tazas, la tomó con sus delgados dedos y se la entrego a la pelirrosa, para después coger la suya propia y sentarse en otro de los sillones quedando así frente a ella.

-Y… ¿de dónde viene usted?- le interrogó con actitud neutral, mientras saboreaba el exquisito aroma del té.

-Vengo de la ciudad… de Konoha.- replicó con sumo nerviosismo, dando unos cuantos sorbos a aquel fluido de tan deliciosa fragancia, evitando de manera torpe un cruce de miradas, pues de verlo directamente a los ojos, sabía que nuevamente se perdería en aquellos abismales orbes color miel.

-Se encuentra un poco lejos de aquí, pero considerando donde estamos, todo está relativamente lejos.- realizó un observación perspicaz, curvando sus labios en una tenue sonrisa, por primera vez lo vio sonreír y para sorpresa misma de la ojijade, aquel mohín del joven le había gustado en sobre medida.

-Tiene razón, pero es un lugar en verdad bello.- arguyó con un sonrojo en sus mejillas, sintiendo como su corazón aceleraba los pasos de sus latidos ante aquel simple gesto del pelirrojo.

-La mayoría no piensa igual, es por eso que nadie, aparte de usted y otra muchacha, han venido a solicitar el empleo.- le habló con seriedad, mirándola de forma apacible, como sintiendo cierto interés en su persona, aquel ademan del ojimiel enviaba una vibrante onda por todo el cuerpo de la pelirrosa, algo que la hacía sentirse indefensa. - Y dígame ¿en que trabajaba antes?- prosiguió con la entrevista, aun sin apartar sus ojos de ella.

-T-trabajaba en el hospital de la ciudad, como asistente de enfermera.- titubeó de momento, pues sin quererlo sus nervios se incrementaban con el paso del tiempo, y no solo por el hecho de no saber si se quedaría con aquel empleo, sino también porque la presencia del joven Akasuna descontrolaba inconscientemente sus sentidos.

-¿Asistente de enfermera?- preguntó con interés, mientras dejaba la taza de té en la mesa, aun sin haber probado su contenido.

-Sí… aun estoy en la escuela de enfermería, a decir verdad me falta muy poco para graduarme.- objetó con una sonrisa en el rostro, liberando con ello un poco de esa inquietud que le aquejaba.

-Oh ya veo… y bien ¿no tiene ningún inconveniente en tener que venir a vivir aquí?- interpeló a la única razón por la que la pelirrosa podría no aceptar el trabajo.

-No, claro que no.- expresó con total sinceridad, negando con la cabeza de manera un tanto infantil.

-Bien, eso es excelente.- dijo levantándose de su asiento para dirigirse hasta donde se encontraba Sakura. –¿Cree que pueda empezar hoy mismo, señorita Haruno?- le sonrió nuevamente al hacer aquella pregunta mientras estiraba su mano de forma cordial.

-Si, por supuesto pero… hay un pequeño problema…- infirió en el asunto, entretanto se levantaba del sofá y le daba la mano al ojimiel, estrechándola con inseguridad.

-Y ¿cuál es el problema?- le pregonó confundido, aun sin soltar su mano y apretándola con firmeza, lanzándole una mirada ladina.

-Pues… aun no me ha dicho a quién debo cuidar, S-sasori-san.- vaciló por un segundo al hacer aquella pregunta, sintiendo como aquel calor que emanaba de la mano del ojimiel, recorría su brazo hasta subir a sus mejillas, transformándose lentamente en un intenso rojo carmín.

-Pero claro…- mascullo con tono suave y delicado, al soltar pausadamente la fina y pálida mano de la ojijade, escrutando hondo las reacciones de la misma. –Es mi abuela… es a ella ha quien deberá cuidar, lleva meses enferma y los doctores me han dicho que ya no le queda mucho tiempo de vida, a lo sumo una semana o dos, quizá.- dio un par de pasos hacia atrás. –Normalmente no necesitaría de alguien, pero ahora mi trabajo me exige más y no me permite atenderla como me gustaría; en estos momentos ella está durmiendo, pero se la presentare en cuanto se instale en la casa.- habló con una melancólica sonrisa dibujada en el rostro y una mirada caída que ocultaba algo más.

-A-ahora comprendo.- dijo ella en voz baja, afligiéndose profundamente ante el semblante del pelirrojo. –Entonces… ¿le parece bien si vuelvo a la ciudad por mi equipaje y regreso aquí esta noche para asumir mi puesto?- coligió de manera alegre, entretanto era conducida hasta la puerta principal.

-Me parece bien, la estaremos esperando esta noche, Sakura-san.- declaró con satisfacción y un tono menos ecuánime, para abrirle la puerta en señal de caballerosidad.

-Una última cosa, Sasori-san. La criada que me atendió ayer por teléfono ¿no se encuentra el día de hoy?- expuso su duda de forma abierta y sencilla, mientras daba unos cuantos pasos fuera del lugar.

-Oh ella… ya no trabaja más aquí, precisamente ayer fue su último día, me había pedido con anticipación dejar su puesto, por ello decidí contratar una enfermera.- dijo él con indiferencia ante el tema, posándose en el umbral de la puerta para observarla con disimulado apego.

-Claro, ya entiendo… hasta esta noche.- se despidió un tanto sorprendida por aquella noticia y camino con dilación hasta su auto.

Subió al vehículo tranquilamente y observo una vez más el rostro del ojimiel, que aun se asomaba desde la entrada de la casa, notó como un cálido ardor se implantaba en sus mejillas, percatándose así de que se había sonrojado nuevamente, ante la insondable mirada del muchacho que a ella tanto le ofuscaba. Arrancó el automóvil desviando la vista para evitar un bochorno aun mayor y se encamino de regreso a la ciudad.

Llegó hasta su hogar en menos de dos horas, era media tarde lo cual indicaba que en menos tiempo del que esperaba anochecería y aun quedaban muchas cosas por hacer. Con la intención de arreglar sus pertenencias para la inesperada mudanza, subió las escaleras de un gran edificio, hasta arribar al segundo piso, que es en donde se encontraba su apartamento. Una vez ahí, fuera, frente a su puerta logro atisbar la figura de su rubia amiga.

-¡Sakura!...- alzó la voz aclamando el nombre de la pelirrosa, mostrándole un semblante de preocupación. –Dime… ¿cómo te fue?... ¿qué es lo que te dijeron?... ¿te dieron el empleo?- amontono una tras otra aquellas preguntas con celeridad y una angustia semejante a la que siente una madre por un hijo en apuros.

-Espera, Ino no puedo contestar todas esas preguntas al mismo tiempo.- rió de manera alegre y divertida ante el demandante interrogatorio repleto de ansiedad de su amiga. –Ven, pasa y te cuento todo, además necesito que me ayudes.- dijo ella mientras abría la puerta de su departamento y sonreía para sus adentros.

-¿Ayudarte a qué?... vamos Sakura, cuéntame ya que paso.- replicó con desesperación mientras se adentraba tras de la pelirrosa a la vivienda. –Bueno ya, dime… ¿te contrataron o no?-  protesto con inconformidad, mientras se cruzaba de brazos y hacia un leve puchero.

-Pues veras…- inconcluyó aquella frase de manera intencional, dibujándose en su rostro una falsa mueca que expresaba decepción. -¡Sí!... ¡me contrataron!- exclamo con emoción.

-¿Enserio?... a ver, cuéntame qué pasó.- habló la rubia mientras se sentaba en el pequeño sofá de la prácticamente diminuta sala y exhortaba a la ojijade a imitarla.

-Mira…- emprendió con aquella simple palabra, para después tomar asiento. –Fue… a decir verdad fue un tanto extraño.- dijo ella pensativa, como no sabiendo explicarse.

-¿Extraño en qué sentido?- le cuestionó sin entender del todo el asunto.

-Hmmm… no lo sé, es solo que yo pensaba… pensaba que el lugar sería algo más común y que quien me recibiría seria un ancianito o la sirvienta con la que hable el día de ayer, pero no fue así.- argumentó insegura de sus propios pensamientos, mientras rememoraba todo lo antes sucedido.

-Bueno, y si no fue como pensabas, entonces ¿cómo fue?- interpeló ahora con más confusión que antes.

-Pues la casa era un lugar enorme y viejo, es una de esas casas al estilo occidental y quien me recibió no fue ni la sirvienta ni un viejito carente de cuidados, si no un joven prácticamente de mi edad, quien es el dueño de la casa.- ordeno sus ideas, para por fin armar una explicación más coherente.

-¿Un joven?- le pregonó en un tono cargado de picardía, lanzándole una mirada socarrona.

-Sí, su nombre es Akasuna no Sasori, es una persona de lo más extraña pero…- enmudeció de pronto al traer a su mente la imagen del pelirrojo.

-Pero ¿qué?- le cuestionó desbordando curiosidad por cada poro de su piel.

-Pero… para que negártelo si de todos modos ves fácilmente a través de mi.- expresó aquellas palabras con algo de fastidio. –Su mirada… si te soy sincera, todo él me pareció encantador, verlo fue como ver un personaje salido de un cuento o algo así.- dijo desconcertada, pues hasta ahora nadie había provocado aquellas sensaciones en ella, y más por un simple intercambio de miradas y palabras formales.

-Yo diría que te ha gustado, más bien.- se rió de manera burlona ante la poca percepción de la pelirrosa. –Pero dime, que paso con el trabajo, ¿qué fue lo que te dijo?- la miró con una sagacidad y bribonería que su tono de voz no demostraba.

-Pues tendré que cuidar a su abuela, quien al parecer está muy enferma y no le queda ya mucho tiempo de vida, me pidió que empezara hoy mismo, así que tengo que regresar con mis cosas para poder instalarme esta misma noche.- arguyó pensativa. –Aunque hay una cosa que me incomoda…- se manifestó una indecisión evidente en sus palabras, haciendo un gesto que aparentaba desagrado.

-Creí que no tenías inconveniente en tener que mudarte.- aceleró aquella conclusión observándola barahúnda mente.

-No, no es eso, lo que pasa es que resulta que la muchacha de la limpieza ya no trabaja ahí, así que solo seremos él y yo en esa casa… y su abuela.- infirió de manera abstracta, enfocándose en el susodicho sin percatarse en su totalidad de aquel hecho.

-¿Y qué es lo que te preocupa?- preguntó la ojiazul fingiendo incomprensión y alzando los hombros.

-Como que qué me preocupa, pues que no es obvio… e-el tener que estar en esa casa… s-sola con ese h-hombre.- habló sintiendo como un extraño nerviosismo se adueñaba de ella haciendo que balbuceara sin remedio. –E-es solo que… en cuanto miro sus ojos siento que mi mente se pone en blanco y no puedo pensar en nada mas que no sea él.- confesó sus repentinos sentimientos con timidez, sintiendo como su rostro se ponía totalmente rojo.

-Aquí y en china eso se llama amor a primera vista, Sakura. Solo tú eres tan cabezota como para no darte cuenta.- declaró con incordia ante la poca experiencia en las relaciones sentimentales de la pelirrosa.

-¡Y-yo no diría que es amor!... pero para que mentir, creo que me ha gustado, supongo que porque es diferente a los otros hombres que he conocido. Aunque dudo que alguien como él, pueda fijarse en una chica de extravagante cabello rosa y amplia frente como yo.- por poco y susurro aquella última frase, con la decepción apagando el brillo de sus ojos. -En fin, ya no quiero hablar de eso, mejor ayúdame a hacer mis maletas para irme de una vez, antes de que se haga más tarde.- trató de cambiar el tema de un momento a otro, recordando los asuntos por los cuales había regresado.

-Sí, sí, sí, está bien.- aparentó ignorar sus comentarios pues sabía que de insistir más en el tema la pelirrosa terminaría enojándose, así que se levanto junto con ella y juntas se dirigieron hasta su habitación con la intención de arreglar las cosas para su partida.

Una vez hecho eso, la ojijade y su rubia amiga bajaron hasta la entrada del edificio con maletas en mano, una vez fuera del lugar, subieron las valijas al automóvil y sin más remedio se prepararon para la despedida.

-Háblame en cuanto llegues.- profirió unas palabras de preocupación mientras observaba como la pelirrosa subía al vehículo.   

-Voy a estar bien, no te preocupes, te escribiré por correo para que me cuentes que hay de nuevo en Konoha ¿de acuerdo?- dijo ella asomando la cabeza por la ventanilla del conductor.

-Está bien, cuídate. ¡Ah! y no olvides contarme como te va con tu guapo jefe.- pronuncio aquella primera frase con preocupación solo para soltar una risilla sarcástica en lo último.

-Si claro… guapo jefe, que chistosita Ino-cerda.- masculló haciendo un mohín infantil, entretanto arrancaba el motor del coche.

-Que te vaya bien, frentona.- vocifero aquellas palabras despidiéndose con un gesto de la mano al ver como Sakura se ponía en marcha hacia su nueva vida.

Condujo alrededor de dos horas y media, pues de noche el tráfico por la carretera era menos pesado. El tiempo pasó ligero y pronto llego a aquella casa tan peculiar en las afueras de la ciudad, estacionó nuevamente su auto cerca de la entrada y con tranquilidad bajo de este, adentrándose así en la espesa noche que se hacía más profunda al no haber ninguna luz cerca más que la de los faroles delanteros de su vehículo. Extrajo las valijas del coche, lo apagó y se dirigió hasta la puerta principal, para después tomar el aldabón y estamparlo con fuerza contra la puerta.

-¡Sasori-san!...- dio un leve alarido para anunciar su llegada. –He traído ya mis pertenencias para poder instalarme…- vocifero con voz suave y tranquila. Segundos después escucho el ruido de la cerradura al abrirse con lentitud.

-Buenas noches Sakura-san, adelante por favor.- dijo el muchacho pelirrojo al abrir la puerta en su totalidad, alentándola a entrar. –Me alegro de que no llegara tan tarde, espero no haya sido un inconveniente.- le mostro una sonrisa fría pero amigable mientras le ayudaba con sus maletas.

-No, no ha sido ningún problema.- habló en voz baja mientras se sonrojaba levemente ante el gesto del ojimiel. Caminó hasta el recibidor, observando la varonil espalda del joven, sonrojándose una vez más ante aquellos pensamientos turbios que cruzaban su mente con tan solo verlo, cosa que por un momento logró evitar que se percatara de cuan poca luz había en el lugar, pues todo era alumbrado únicamente por unas cuantas velas que se hallaban figuradamente por todo el sitio.

-La llevare a la que será su habitación.- habló sin mostrarle el rostro, pues aun caminaba de frente dirigiéndola hasta unas escaleras que llevaban al segundo piso. –Disculpe la escasa luz, pero un fusible se fundió y aun no he podido cambiarlo.- se expresó con una cortesía que sin querer la hizo estremecer entretanto subía aquellas escaleras.

-N-no hay problema.- arguyó con timidez, siguiendo los pasos del pelirrojo hasta un cuarto que se hallaba a unos cuantos pasos de un pequeño pasillo.

-Esta será su recamara de ahora en adelante, espero que la encuentre acogedora.- manifestó dejando las valijas de la ojijade en el suelo cerca de la entrada. –Si me permite, iré a cambiar ese fusible, siéntase como en su casa, no me tardo.- dio unos pasos en la dirección de la que provenían con la intención de retirarse.

-Muchas gracias.- dijo ella encogiéndose de hombros, mientras le observaba alejarse. Se adentro por completo en la habitación que era iluminada por dos o tres velas y acomodo sus maletas cerca del ropero rustico de madera que se encontraba allí. De pronto y sin que ella lo quisiera, sintió la necesidad de ir al baño, algo natural, pues había sido un largo viaje y no había tenido la oportunidad de ir antes de encaminarse a su nuevo hogar. –Me pregunto ¿en dónde estará el cuarto de servicio?- le manifestó a la nada sin esperanza de una respuesta.

Salió de la recamara con la ilusión de divisar en la cercanía al joven Sasori, sin embargo no halló ni rastro de él, por lo que se adentro en la penumbra tratando de encontrar aquello que le había obligado a salir de su habitación. En medio de la obscuridad logró vislumbrar un pequeño rayo de luz que se colaba por una puerta entre abierta al fondo del pasillo. Se dirigió hasta el sitio y abrió la puerta con lentitud, mas lo que encontró no era para nada lo que estaba buscando. Al entrar de lleno en aquella alcoba contemplo el interior de esta con suma curiosidad. Era un espacio bastante amplio, donde se podían ver libros acomodados minuciosamente en grandes estantes, una mesa de trabajo donde se hallaban piezas de madera, es decir, manos, brazos, piernas etc, y bocetos en las paredes de lo que parecían ser títeres, pero todo aquello no fue lo que realmente atrajo su atención.

En el fondo de aquella habitación se hallaba posada en un pedestal de fina madera, una pequeña pajarera de color negro de gran tamaño, de doble cúpula y con bellos garigoleados en los barrotes, pero lo más hermoso que tenía era una majestuosa ave en su interior, un agraciado turtupilin de vivo color rojo encendido y un negro ébano  que yacía inmóvil en el interior. Se acercó con sosiego hasta donde la pajarera reposaba con sublimidad, e hipnotizada por su encanto alzó la mano en un movimiento involuntario tratando de acariciar al animal a través de los barrotes. –Pero que lindo pájaro…- musitó en un momento de abstracción, sintiendo la tentación de palpar con sus propias manos tanto la jaula como a su inquilino, cuyas hermosas plumas parecían de seda pura.

-¡¡No lo toques!!- escuchó un estruendoso grito a sus espaldas proveniente de la puerta, ocasionando que se diera la media vuelta con inquietud, contemplando como la luz volvía de pronto.

-S-sasori-san, y-yo…- habló con temor ante el alarido del pelirrojo.




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