jueves, 22 de marzo de 2012

La Pajarera Negra Cap 4

Bueno pues aquí les traigo el cuarto y penúltimo capítulo, esta algo corto y no muy interesante pero, aun así ojala les guste.
~Antes de empezar solo quiero aclarar una cosilla: Recuerden que la palabra *Sensei (que significa maestro, profesor o mentor) también es utilizada como sufijo para referirse a los médicos.

Capitulo 4: Ave enjaulada, “Cautiva dentro de tus ojos tan dulces como la miel, confinada a tu tibia piel, prisionera de mis sentimientos, me doblego ante ti mi amado captor tal cual si fuese un ave enjaulada.”

-Descansa en paz, Chiyo-baa…- musitó el pelirrojo en un tono frio que dejaba al descubierto unos afligidos ojos miel, mientras se levantaba de la cama y la cubría con la sábana blanca que antes le había servido de cobijo.

-Sakura… ¿te encuentras bien?- preguntó de manera tierna acercándose con pasos diligentes y poniendo una mano en el hombro de la joven.

-¡Sasori!...- exclamó entre llanto dando la media vuelta y arrojándose de lleno a sus brazos. –Abrázame… por favor… abrázame fuerte.- hundió su rostro empapado en lagrimas en el pecho del ojimiel, estrujando su cuerpo con vigor.

-Sakura…- dijo con dulzura al envolverla tiernamente entre sus brazos, atrayéndola a su cuerpo con sosiego. De pronto y trayéndolos a ambos de una mágica y extraña ilusión en la que habían sido sumergidos, se pudo escuchar el sonido del aldabón de la puerta principal golpeando contra esta con suma fuerza. –Sakura…- habló debilitando el agarre que le presidia. –Debe ser el médico…- cambió aquel tono tierno por uno lleno de indiferencia, aquella que tanto lo caracterizaba.

-S-solo un poco más… por favor… tan solo un poco más… Sasori…- cerró sus ojos deteniendo momentáneamente las lagrimas que los invadían y deseando que aquel momento no terminase jamás, se aferro al cuerpo del pelirrojo con mucha más fuerza. Fueron tan solo unos cuantos segundos más en los que la egoísta petición de la pelirrosa fue concedida, deseaba estar de aquella manera una eternidad, siendo acogida tiernamente por los brazos del ojimiel, sentir su calor, percibir de cerca su esencia, pero muy en el fondo sabía que las cosas no podían ser así. Abrió sus ojos de golpe y sin realmente quererlo se separó pausadamente del joven Akasuna. –Y-yo… lo lamento mucho…- susurró aquellas palabras agachando la cabeza para poder ocultar aquellos ojos jade empañados por el llanto que se arremolinaba nuevamente en sus pupilas.

-Sakura, yo…- musitó al observar como ella daba unos pasos hacia atrás. La miró profundamente, escrutando hondo en aquellas emociones que la ojijade no deseaba revelar pero que sin embargo eran visibles, al menos para él, así, en sus labios se dibujó una línea oblicua y un misterioso brillo encendió sus ojos melaza y cuando estuvo a punto de acercase a ella con esa sonrisa ladina marcada en su rostro, logró escuchar como tocaban la puerta con mayor fuerza. –Iré a ver quién es…- se dio la media vuelta en dirección a la puerta de la habitación y camino de manera lenta hasta alejarse poco a poco.

-Si… está bien…- murmuró al observar como el pelirrojo salía de ahí escuchando sus pasos al bajar las escaleras, repentinamente y ya sin poderse contener por más tiempo, dejo salir las lagrimas que tan recelosamente estaba guardando. –S-sasori…- dijo entre sollozos mientras se acercaba hasta la cama donde yacía el cuerpo inerte de su ya fallecida paciente. -¿Por qué?... ¿por qué no puedo decirte lo que siento?... ¿por qué tengo que ser tan cobarde de expresarte mis sentimientos?- masculló esas palabras al aire, suplicante de una respuesta que al parecer jamás llegaría. –Chiyo-baasama…- habló en un tono suave sintiendo como las lagrimas se derramaban una tras de otra. -¿Qué voy a hacer ahora que ya no estás aquí?...- susurró entre leves gimoteos empapando su rostro de aquellas gotas salinas que representaban su aflicción. –Siento que estaré un mas lejos de él, sin ti Chiyo-baasama, Sasori y yo…- colocó una mano en su pecho sintiendo un agudo dolor, un punzante y estremecedor dolor. –Ahora… no me quedara más que alejarme de su vida…- volvió a dejar que aquellas gotas cristalinas cubrieran su níveo rostro con desconsuelo.

Al cabo de un rato pudo escuchar los pasos del pelirrojo que lentamente se acercaban desde las escaleras hasta aquella desolada habitación y al parecer no se encontraba solo, pues lograba escuchar al unísono dos pares de pisadas más. –Sakura…- rápidamente y de manera inconsciente comenzó a limpiar los nuevos brotes de lagrimas y los vestigios de su anterior y sucesivo llanto al escuchar la voz del pelirrojo proclamar su nombre, desesperadamente talló sus mejillas, con la parte inferior de la palma de su mano, en un intento por ocultar el hecho de que había llorado aun mas.

-Sakura, el médico esta aquí.- dijo el ojimiel al abrir la puerta dándole paso a un hombre de tez blanca, ojos gises y cabello plateado, cuya apariencia era un tanto desalineada. –Ella es Haruno Sakura, la enfermera que atendía a mi abuela. Sakura el es Kakashi-sensei, nuestro médico de cabecera.- los presentó de manera respectiva en un tono totalmente seco e insensible.

-Lamento que tengamos que conocernos en una situación como esta.- sonrió de forma tenue y formal mientras se acercaba a la joven de cabellos rosas. –Mucho gusto, señorita Haruno.- le extendió la mano en un gesto amistoso, formalizando así su encuentro.

-Creo que lo mismo pienso yo…- arguyó en un tono suave tratando de ocultar la leve hinchazón en sus ojos producida por el reciente y profuso llanto. –Es un placer conocerlo, Sensei.- respondió a aquel gesto de amabilidad estrechando su mano contra la del hombre.

-Sakura… ven debemos dejar que el doctor revise a Chiyo-baa.- se dirigió a la ojijade en un tono cercano a la calidez haciéndole un gesto con la mano que le indicaba que se acercase.

-¿Revisarla?- pregonó un tanto confundida mientras caminaba hasta donde el joven ojimiel se hallaba mirando al médico de cabellos plateados a los ojos.

-Necesito examinarla para verificar la causa de su fallecimiento y poder extender el certificado de defunción.- se acercó hasta la cama posicionándose a un lado de la misma y sacando algunas cosas del maletín medico de color negro que portaba. 

-Oh… sí, ahora comprendo.- la voz de la ojijade resonó por el lugar de forma inocua y con ello pudo notarse como la tristeza coloreaba su pálido rostro lentamente.

-No demorare mucho, no tiene de que preocuparse.- le dirigió una amable sonrisa a la ya mencionada y prosiguió con la labor de extraer todo lo necesario de aquel curioso maletín.

-Vamos Sakura, dejemos que el sensei haga su trabajo.- se percató de cómo la dulce voz del ojimiel retumbaba por toda su cabeza y como un escalofrió se apoderaba de su cuerpo al sentir su cálida mano posarse en su hombro.

-Ah… sí, claro.- se avispó al momento sintiendo como todo le daba vueltas, estaba confundida, realmente confundida por todo lo que estaba pasando y por todos aquellos sentimientos que aquejaban su corazón, dando inicio así a una serie de acciones que ella no conseguía controlar. Se adelantó al pelirrojo y salió del cuarto con sosiego agachando la mirada, era como si de pronto dejara de sentir aquel vinculo que había formado con el joven Akasuna y en su lugar solo se hallara un inmenso vacío, uno que los separaba poco a poco.

-¿Sakura?...- escuchó aquella voz que inconscientemente tanto codiciaba para sí a sus espaldas, dando repentinamente un respingo al oír como la puerta se cerraba tras de ella. -¿Te encuentras bien?- profirió aquellas palabras con suma frialdad, de una manera tan diferente a como había pronunciado su nombre, odiaba aquella actitud tan cambiante con la que se mostraba, la odiaba como jamás había odiado nada en su vida pero, no obstante, por alguna extraña razón se sentía cautivada por ella y eso apabullaba su mente revolviendo sus ideas y sumergiéndola en un profundo mar de caóticas emociones.

-S-si… estoy bien… e-eso creo.- murmuró aquello ultimo, diciéndolo mas para sus adentros que para el propio ojimiel.

-Sakura… yo sé que esto te duele, estoy consciente de que querías mucho a Chiyo-baa, pero ambos sabíamos que este día llegaría, era algo inevitable.- argumentó con suma indiferencia mirándola a los ojos, examinándolos a profundidad tal cual si fuese la primera vez que los veía.

-Si… lo sé Sasori-s-san, es solo que no puedo evitar ponerme triste.- dejó salir aquel ademan de formalidad de manera inconsciente, dedicándole una falsa sonrisa mientras unas cuantas lagrimas rodaban por sus mejillas. Por alguna razón sentía que  un enorme abismo se formaba lentamente entre ellos dos, podía sentir como a cada paso que daba se alejaba un poco más de él y eso le aterraba, le atemorizaba el solo pensar perder aquella cercanía que había ganado en las últimas dos semanas, simplemente se horrorizaba ante el hecho de tener que alejarse del pelirrojo aunado a toda la profunda melancolía que sentía por la muerte de aquella a la que había considerado, aunque fuese por corto tiempo, su abuela.

El joven de ojos melaza la miró con una mezcla de lo que sería sorpresa y confusión, ante la manera en como se había referido a sí mismo, mas lo dejo pasar de momento para acercarse con pulcritud hacia ella, quedando a escasos centímetros uno del otro. –Sakura…- pronunció el nombre de la ojijade con ternura, mirándola detenidamente a los ojos, aquella forma en que decía su nombre hacia que el corazón de la chica latiera a prisa y un feroz sonrojo se apoderara de su pálido rostro. –Por favor, no llores mas.- limpió de manera dulce y elegante aquellas pequeñas gotas cristalinas que rodaban bajo sus ojos haciéndola estremecer. –Yo sé que te duele pero, velo de esta forma… Chiyo-baa ya había vivido una buena y larga vida, era ya su momento de partir y quiero pensar que ahora, ella está en un lugar mejor al igual que mis padres.- enunció con delicadeza aquellas simples palabras de consuelo mientras acariciaba la rosada cabellera de la joven tratando de apaciguar su pesar.

-S-sasori…- abrió grandes sus ojos color jade al percatarse de cómo el pelirrojo le hablaba sin freno alguno de aquel tema que tan malos recuerdos le traía. En ese instante sintió la necesidad de huir, escapar de aquellas emociones que tanto la acongojaban y se culpaba una y mil veces más por su cobardía, esa que la reprimía y no le dejaba expresar con claridad todo lo que sentía por el joven Akasuna, maldecía para sus adentros aquel temor que no le dejaba lanzarse nuevamente a sus brazos sin reprimendas y permitir que sus sentimientos se desbordaran hacia él con devoción. –Y-yo…- tartamudeó con la cabeza hecha un desastre, simplemente no sabía que decir o que hacer. 

-Ejem…- carraspeó el hombre de cabellos plateados, sintiendo una leve incomodidad al haber interrumpido lo que parecía ser algo importante. Cerró la puerta de la habitación con disimulo, mientras los jóvenes se separaban de su tan reciente acercamiento. –Todo está listo Sasori, llamare por ti a la funeraria para que vengan a recogerla y puedas llevar mañana a cabo el funeral como lo habíamos comentado.- le extendió la mano entregándole una hoja de un color amarillento y de gran tamaño.

-Muchas gracias Kakashi-sensei, déjeme acompañarlo hasta la puerta.- tomó aquella hoja de papel entre sus manos ojeándola por un segundo, para después darle paso al médico caminando tras de él en dirección a la puerta principal. 

La pelirrosa se halló sola a mitad del pasillo con la cabeza hecha un desbarajuste y sin que pudiera evitarlo por más tiempo, las lágrimas comenzaron a brotar nuevamente de sus verdes ojos. En esos momentos mas que odiar la actitud del pelirrojo que tanto la confundía, se odiaba a sí misma por no tener el coraje suficiente como para confesarle todo aquello que sentía. Le temía al rechazo de su parte, temía perder aquella sensación de amistad que había nacido entre los dos, pero quizá más que nada, temía conocer los verdaderos sentimientos del ojimiel hacia ella, ya fuesen malos o buenos, la simple idea le aterraba de manera inconsciente.

De pronto y como si el cielo se compadeciera de ella, comenzó a llover de manera estrepitosa, aquellas gotas de cruel e implacable agua empezaron a caer una tras otra a la par de sus lagrimas, se maldijo una vez más entre dientes y en aras de la desesperación, corrió hasta la que por esas dos semanas había sido su habitación.

Y así, siendo poseída por un pesimismo y un desespero que le quemaban por dentro, sacó sus maletas de aquel armario de rustica madera y comenzó a llenarlas de ropa al azar, no le importó el siquiera acomodarla, solo la fue amontonando conforme la sacaba de los cajones con una ansiedad que era totalmente impropia en ella. –Ahora que Chiyo-baasama ya no está, no tengo ninguna razón para estar en esta casa, ya… no tengo ningún motivo para permanecer a su lado.- masculló aquellas palabras de desconsuelo entre sollozos, mientras las gotas salinas que empapaban su blanquecino rostro, empezaban a hacerse cada vez más abundantes.

-S-sasori… s-si supieras todo lo que siento por ti… si supieras cuanto te a-amo… pero soy demasiado c-cobarde como para decírtelo.- susurró entre leves gimoteos producidos por su profundo llanto, uno que parecía no querer cesar jamás. Tomo con ambas manos todo lo que yacía en el pequeño tocador que se encontraba en el cuarto y lo arrojo si preocupación alguna a una de sus maletas, en medio de toda su ya arrugada ropa; observo con detenimiento el completo caos que era su maleta, caos que era proyección de su mente, interrumpió su labor de golpe parándose a pensar por un segundo. -¿Qué es lo que estoy haciendo?- se preguntó a sí misma consternada ante su actitud, poniendo sus manos en sus sienes tratando de aclarar sus ideas para poder cavilar con claridad.

-Sakura… pero… ¿qué estás haciendo?- era la desconcertada voz del ojimiel que la había traído de vuelta de sus abstractos e intrincados pensamientos.

Movió la cabeza con sorpresa encontrando la figura del joven en el umbral de la puerta. –S-sasori…s-san, y-yo…- incluyó nuevamente aquella sola palabra que expresaba formalidad mientras vertiginosamente se limpiaba aquellas odiosas lágrimas y sus rastros. –C-creo que ahora que Chiyo-baasama ya no está… l-lo que quiero decir es que mi trabajo en esta casa a t-terminado, así que… me m-marcho.- balbuceó entre dientes aquella frase costándole el poco valor que tenia, no sabía que esperar pero era seguro que deseaba alguna reacción por parte del Akasuna.

-¿Te marchas?- le pregonó extrañamente confundido, entrecerrando sus ojos mirándola de manera insondable. -¿Ahora, en este momento?- volvió a proferir una pregunta mas, con algo de desasosiego mientras le dedicaba una leve sonrisa un tanto irónica.

-Sí, e-en este momento… creo que es lo mejor.- dudó al dar aquella respuesta sintiéndose ajena a la situación.

-Pero Sakura, en este momento es de noche y afuera está lloviendo a cantaros, manejar en esas condiciones sería muy peligroso.- recalcó lo obvio del asunto, aquello que en su desesperación la ojijade no había logrado ver.

-B-bueno tiene razón, pero yo…- se vio interrumpida por su falta de agilidad mental ante la realidad que le acontecía, retornando así a la antigua formalidad que le prorrumpía como el día en que se conocieron.

-Yo… entiendo que estés dolida y a la vez confundida por la muerte de Chiyo-baa, pero quizá podrías esperar hasta mañana, si es que tanto te empeñas en marcharte.- por un segundo sintió como sus ilusiones eran aplastadas por aquellas indiferentes palabras enunciadas por el pelirrojo. –Además… quisiera pedirte un favor.- se adentró poco a poco en la habitación colocándose con sutileza frente a la pelirrosa.

-¿U-un favor?- sintió como un escalofrió recorría su nuca hasta la parte baja de su espalda, al ver la repentina cercanía del ojimiel, sus ojos color jade volvieron a brillar por un segundo y a pesar del tono poco afectuoso en el que le había hablado, las esperanzas se anidaron nuevamente en su interior.

-Sí, bueno a decir verdad son dos. Primero que nada quisiera que no volvieras a dirigirte a mí tan formalmente, ahora tú y yo ya no somos ningunos desconocidos y segundo…- realizó una leve pausa para mirarla directamente a los ojos, observando como ella asentía de manera leve con la cabeza. –Segundo… quiero que por favor asistas al funeral de Chiyo-baa, yo se que ella te quería mucho, y realmente te agradecería el que fueses.- habló en un tono suave y dulce mientras se acercaba tan solo un paso más hacia ella.

-Su funeral… ¿quieres que asista al funeral de Chiyo-baasama?- le cuestionó un tanto desconcertada ante tan peculiar petición.

-Ella era mi única familia y yo era todo lo que ella tenía, significaría mucho para mí que estuvieses presente. Entonces… ¿iras?- interpeló de manera sutil y amable a lo que la ojijade creía era la única cosa que los uniría por última vez.

-Si… claro que estaré presente.- le dedicó una tierna y amigable sonrisa que ocultaba toda la tristeza que llevaba en su interior.

-Muchas gracias Sakura, por ahora descansa, creo que ha sido un día muy agotador para ambos.- tomó una de las macilentas manos de la joven entre las suyas en señal de agradecimiento y le profirió una sutil sonrisa provocándole un leve sonrojo. –Yo por mi parte me quedare despierto hasta que lleguen las personas de la funeraria.- dijo aquello mientras caminada en dirección a la puerta dándole la espalda ocultando así una extraña y casi imperceptible curvatura en sus labios entretanto sus ojos brillaban con lo que parecía ser malicia.

-B-buenas noches…- musitó de manera absorta mientras observaba como el ojimiel salía por completo de aquel cuarto cerrando la puerta tras de sí. –Idiota… soy una completa idiota.- masculló para sí cubriendo su rostro con ambas manos, sentándose lentamente a la orilla de la cama. –Está claro que el no piensa en mí de esa forma, solo… solo está siendo amable conmigo.- sintió como sus ojos se empañaban avecinando un extenuante llanto. –Como pude siquiera pensar en que yo le gustaría, lo más que podre llegar a ganarme será su amistad.- trató de contenerse pero ya era demasiado tarde, las lágrimas habían brotado nuevamente de aquellos hermosos ojos color jade que tanto dolor reflejaban. –Ahora más que nunca sé que no puedo decirle lo que siento… creo que lo mejor será que mañana después del funeral… me marche de una vez por todas.- susurró aquellas palabras a la negra noche entre sollozos acallados por su mano, dejando así que aquellas pequeñas gotas de tristeza fluyeran libremente.

Empacó sus maletas como dios mandaba aun entre llanto y las acomodó a un lado del viejo ropero, se coloco un camisón beige de manga larga y se recostó en la cama con la disposición de conciliar el sueño, sin embargo, todo parecía en vano, pues el desconsuelo y la confusión que sentía se acrecentaban a cada momento. No podía soportar la idea de alejarse de aquel a quien amaba, pero igual sabía que carecía del valor y el coraje necesarios para encarar la situación y expresarle sus sentimientos, así que lo único que le quedaba por hacer y que al parecer se le daba muy bien, era huir, alejarse de todo aquello y olvidarse de una vez por todas de su amado Sasori, aquel que sin darse cuenta le había robado el corazón desde la primera vez que se encontraron. Pasaron varios minutos hasta que en medio de leves gimoteos logro caer rendía ante los brazos de Morfeo, deseando así que a la mañana siguiente, llegara una resolución definitiva a sus problemas y a sus crecientes e inevitables sentimientos.

Con el mañana y el nuevo día, llegó el sol que apenas si se asomaba de entre las nubes que alertaban la llegada de una tormenta, junto con la noche la joven Sakura sepultó su prolifero llanto y sus caóticos pensamientos, dándole paso al final de lo que parecía haber sido un sueño. Hoy sería el último día que vería al joven Akasuna, el ultimo día en que podría disfrutar de su compañía y también sería el día en que se despediría de su tan querida Chiyo-baasama, dando así un largo y doloroso “adiós”.

Se levantó de la cama con letargo y se colocó con sosiego un elegante y lindo vestido negro de manga larga con holanes al pie, un saco a la medida del mismo color y unos zapatos de tacón alto que hacían juego con su demás vestimenta.

-¿Estas lista, Sakura?- escuchó la voz del ojimiel desde el pasillo cercano a su recamara, oyendo sus pasos, uno tras de otro.

-En un momento…- vociferó de manera delicada, mientras cepillaba su rosada y sedosa cabellera y adornaba su cabeza con una diadema color negro. Caminó hasta el umbral de la puerta donde logró divisar al pelirrojo parado de espaldas en medio del pasillo, este portaba con elegancia un traje totalmente negro con camisa blanca y corbata obscura. –Y-ya estoy lista…- murmuró con timidez mientras apretaba la tela del vestido entes sus finos dedos.

-Bien… ya es hora.- se acercó hasta ella colocando sutilmente una mano sobre su hombro conduciéndola hasta la puerta principal.

Así, salieron juntos de la vetusta casa, ambos se subieron al auto de la pelirrosa y condujeron siendo seguidos por una carrosa fúnebre hasta el cementerio que se encontraba a tan solo veinte minutos del lugar. Una vez ahí, se dirigieron hasta donde el sacerdote se hallaba, se colocó el ataúd en su lugar y comenzó así aquella misa fúnebre en honor a la fallecida. Las palabras del cura se disolvieron lentamente con el paso del tiempo hasta que llegó el momento en que se debía sepultar aquel sarcófago en su predestinado socavón de tres metros de profundidad.

La tristeza se hizo presente y la ojijade no pudo evitar derramar unas cuantas lágrimas al dedicarle unas palabras de despedida a su “abuela” adoptiva, observó como bajaban lentamente el féretro hasta lo más profundo del foso y como encima de él, caía una delicada rosa blanca, volteó la cabeza a un costado y se topo con la imagen del pelirrojo con la mirada gacha y la mano extendida, señal de que había sido él quien arrojo dicha rosa.

-Chiyo-baa… descansa en paz.- musitó de manera suave y fría, su mirada no demostraba expresión alguna y el semblante de su rostro no daba cabida a ninguna emoción.

Lo miró unos cuantos segundos más, hasta que todo aquel solemne rito terminó y así., juntos volvieron a la enorme y vieja casa que ahora parecía más desolada y lúgubre que antes. Se adentraron con sosiego dentro del lugar y en cuanto hubo entrado, la mente de la pelirrosa se trono dispersa y caótica, todos los recientes recuerdos que había creado en aquel sitio se acumularon en su cabeza uno tras de otro, haciéndole entristecer a un mas ante la idea de irse, mas había tomado una decisión y no daría marcha atrás, pues de intentar quedarse sabia que sufriría aun mas por aquella cobardía que la oprimía.

-¿Piensas irte ya, Sakura?- escuchó la voz del ojimiel a sus espaldas volviendo de golpe a la realidad.

-S-sí, creo que eso sería lo más conveniente.- argumentó con inseguridad, quizá esperaba algo, cualquier cosa por parte del joven Akasuna que la detuviera, que la hiciera retractase de la idea de su partida, pero aquello parecía tan irreal y lejano que sus esperanzas decayeron sin remedio alguno.

-La verdad Sakura… es que te veo algo exhausta, tal vez debas descansar un poco antes de irte, será un viaje largo y deberás estar alerta.- le mencionó aquel sutil consejo en un tono neutral mientras sus ojos brillaban de manera extraña.

-¿Eh?... c-claro, por supuesto tienes razón.- como lo esperaba, sus últimas ilusiones fueron estrujadas hasta su punto máximo, realmente deseaba salir de ahí cuanto antes le fuese posible, ya no soportaba el ver al pelirrojo y no poder arrojarse a sus brazos por falta de valor, ya no soportaba guardase todos esos sentimientos y mucho menos soportaba el saber que era una persona tan carente de agallas, solo deseaba salir corriendo de ahí y no mirar atrás, quedarse ya no era una opción, pues si lo hiciera sabia que el dolor en su pecho aumentaría aun mas, sin mencionar que ya no había razón alguna por la cual pudiese quedarse, a menos que el ojimiel se lo pidiera, y estaba claro que eso no sucedería.

-Descansa un rato y ya que te sientas mejor podrás irte.- le mencionó con una leve sonrisa en el rostro mientras dejaba un paraguas negro, que habían llevado en caso de que la lluvia hiciera acto de presencia como aquellas nubes avecinaban.

-G-gracias…- masculló con melancolía entretanto subía las escaleras hasta la recamara que había habitado esas dos semanas, pero que a partir de ahora seria ajena a ella. Llegó hasta la habitación y entró con apatía cerrando la puerta tras de sí, se quito el pequeño saco que llevaba encima y lo arrojó sobre una silla que se encontraba por ahí, caminó hasta la cama con decidía y se dejo caer sobre ella con todo el peso de su cuerpo y su alma. Se recostó mirando al techo pensando en todo y a la vez en nada, y aun cuando trataba fijar sus ideas en aquel desgastado tejado, no podía evitar que en su mente se encontrara únicamente la imagen de aquel que le robaba su buen juicio y se apoderaba de su corazón.

Al cabo de unos minutos, cayó rendida ante aquel cansancio producido al darle vueltas al asunto, repasando cada idea una y otra vez se vio vencida por el sueño. Paso un largo tiempo antes de que la pelirrosa despertara de su profunda somnolencia, para entonces el sol ya se había puesto y en las afueras llovía de forma apabullante. –Dios… me quede dormida.- abrió lentamente sus ojos jade para encontrarse con una profunda obscuridad. -¿Por cuánto tiempo estuve durmiendo?- lanzó aquella pregunta al aire perfectamente consciente de que no sería respondida, así que ojeo su reloj de mano solo para darse cuenta de que era tarde, muy tarde. –¡Ay! pero si ya son casi las ocho de la noche.- se alarmó levantándose de un salto de la cama, se acercó hasta donde yacían sus maletas, las tomo y se dirigió hasta la puerta teniendo cuidado de no tropezarse debido a la penumbra. 

Salió de la habitación con premura solo para encontrarse con nada más que la negra noche. –S-sasori…- bramó con delicadeza el nombre del pelirrojo en busca de su presencia mientras caminaba por el pasillo hasta las escaleras. –Sasori… ¿d-dónde estás?- volvió a llamarlo al bajar las escaleras. –Bueno… así es mejor, realmente no quiero tener que despedirme de él. Pero que patética soy… ni siquiera tengo el valor para hacer eso.- prácticamente corrió hasta la puerta principal mascullando aquella frase entre dientes. Dejó una de sus maletas en el suelo y se dispuso a abrir la puerta, mas lo extraño era, que esta se encontraba totalmente cerrada. –Pero… ¿qué pasa?... ¿por qué no abre?- pregonó en un murmullo, soltando sus demás pertenencias y poniendo un esfuerzo y desesperación mayor al tratar de abrir aquellas puertas que no le dejaban escapar como tanto lo deseaba.

-¿Vas a algún lado… Sakura?- logró escuchar una voz proveniente de entre las tinieblas a sus espaldas.

Meneó su cabeza a un costado en movimientos casi mecánicos y de reojo alcanzó vislumbrar una figura masculina en medio de  las sombras. –¿S-sasori?...- cuestionó con temor al ver aquella figura acercarse a la luz de la luna que se colaba por una de las ventanas.           
  

1 comentario:

  1. Me encanta tu historia, pero es una lastima que no la hubieras terminado, siéndote franca esta historia ya la había leído con anterioridad pero no había dejado algún comentario, y ahora que sentí la nostalgia y curiosidad de leerla de nuevo y ver si tenia al fin un final, pero como se ve no es así, una lastima en mi opinión con tan buenas historias SasoSaku que tienes aparte de esta... no se si llegaras a ver este comentario realmente pero aun así lo dejo de todas formas.
    PD: lo siento si sueno muy lastimera con lo anterior pero es lo que me nació escribirte, lo siento.

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