jueves, 8 de marzo de 2012

La Pajarera Negra Cap 3

Fecha: Jueves 08/03/2012 ¡Día internacional de la mujer! yahooohooo
¡Kon-nichiwa! mis queridos lectores aquí les traigo el tercer capítulo de esta peculiar y a la vez común historia.
Dios, si pude subirlo a tiempo jeje espero les agrade a veces siento que mi narración y redacción no tienen ni pies ni cabeza pero, no soy profesional así que ténganme paciencia por favor jiji
*Una pequeña aclaración antes de empezar: Bueno *Chiyo-baasama literalmente significa "abuela Chiyo" de manera respetuosa y *Chiyo-baa significa lo mismo pero de manera muy informal, supongo que ya lo sabían pero solo para no dejarles con la duda.
~Los personajes de Naruto no pertenecen, la historia sí.
Sin más pues que comience la lectura.

Capitulo 3: Desgarrado vinculo, “No se puede desafiar el tiempo y mucho menos el destino, pues todo lo que tiene un comienzo también tiene un final, como la vida termina con la muerte.”

Se acercó con sosiego hasta donde la pajarera reposaba con sublimidad, e hipnotizada por su encanto alzó la mano en un movimiento involuntario tratando de acariciar al animal a través de los barrotes. –Pero que lindo pájaro…- musitó en un momento de abstracción, sintiendo la tentación de palpar con sus propias manos tanto la jaula como a su inquilino, cuyas hermosas plumas parecían de seda pura.

-¡¡No lo toques!!- escuchó un estruendoso grito a sus espaldas proveniente de la puerta, ocasionando que se diera la media vuelta con inquietud, contemplando como la luz volvía de pronto.

-S-sasori-san, y-yo…- habló con temor ante el alarido del pelirrojo. –Y-yo… n-no era mi intención entrar sin su permiso, b-buscaba el cuarto de servicio y…- balbuceó un tanto asustada ante la intensa mirada de enojo que el ojimiel le lanzaba, creyendo desvanecerse en el ambiente por culpa de aquellos ojos que parecían hechizarla.

-No… yo… lo lamento, no debí hablarle así.- le expresó aquellas palabras con gran arrepentimiento mientras daba unos pasos hacia la ojijade. –Es solo que… es una pieza muy importante para mí, uno de los pocos trabajos que no he podido terminar.- dijo estudiando cuidadosamente con la mirada la jaula y su contenido.

-¿Pieza?... ¿t-trabajo?- preguntó un tanto confundida sin apartar la vista del pelirrojo.

-Sí, vera Sakura-san, creo que no se lo había mencionado, pero yo soy un artista, mi trabajo consiste en hacer esculturas, encargos para la ciudad de la Arena y algunas veces presento mis obras en museos.- comenzó a explicarle para después mirarla a los ojos. -Generalmente suelo hacer marionetas de tamaño real pero, ahora me han pedido una escultura de dos aves enjauladas, he pintado algunos cuadros a manera de bocetos de la obra pero ninguno me satisface.- manifestó un tanto afligido.

-Las pinturas de la estancia…- pensó la pelirrosa sin dejar de mirarlo un solo segundo.

-Solo la mitad de mi obra esta lista, aun me hace falta la pareja del turtupilin, pero no encuentro ningún ave que encaje con él y con el modelo de la pajarera.- argumentó un tanto pensativo volviendo a observar aquella figura del ave en la jaula.

-Entonces… ¿es una escultura?...- comentó sintiendo alucinar. -Dios, por un segundo pensé que el ave realmente estaba viva, en la obscuridad incluso parecía moverse.- extenuó aquellas apalabras mientras perpleja miraba con detenimiento aquel trabajo tan refinado. –Es verdaderamente hermoso…- murmuró aun siendo presa del realismo que emitía aquel enjaulado turtupilin, que de cierta manera le recordaba al joven Akasuna, quizá por aquel plumaje rojo encendido, o tal vez por algo más.

-Sí lo es… bueno Sakura-san, está comenzando a hacerse un poco tarde, así que antes de preparar la cena quisiera presentarle a mi abuela.- declaró con la mente un tanto dispersa mientras la observaba profundamente a los ojos.

-S-si… claro… p-por supuesto, Sasori-san.- dijo ella absorta en sus pensamientos y con un sonrojo en las mejillas producido por aquella penetrante mirada que el ojimiel le dedicaba.

-Bien… entonces vamos. Ah solo una cosa Sakura-san, le agradecería que no volviera a entrar a esta habitación, al menos no sin mi permiso. No le molesta ¿verdad?- habló cambiando aquella mirada gentil que anteriormente emitía, por una un poco mas exaltada, una mirada que de alguna forma confundía a la pelirrosa pues era fría pero cordial a la vez.

-Claro que no me molesta, después de todo esta es su casa, fue mi error el haber entrado sin su permiso, tenga por seguro que no volverá a suceder.- manifestó aquellas palabras con suma modestia, dibujando una amigable sonrisa en su rostro, sintiendo como aquellos penetrantes orbes miel se posaban en su persona sintiéndose absorbida por ellos.

-Me alegro de que lo entienda, puede entrar siempre y cuando yo esté aquí, no se preocupe por ello. Bien, ahora quiero que mi abuela la conozca ¿vamos?- profirió aquellas palabras en un tono suave y dulce que por un segundo hizo que la ojijade se perdiera en sus propios pensamientos, los cuales eran habitados por una única persona, aquel singular joven de rojos cabellos.

-Sí, claro.- dijo sintiendo como el nerviosismo se acumulaba en su estomago en forma de mariposas revoloteando.

La joven pelirrosa siguió los pasos aletargados y pulcros del ojimiel hasta una recamara que se encontraba no muy lejos de la suya, el joven Akasuna se paró en seco frente a la puerta, para después voltearse y contemplar con detenimiento la fisonomía de la chica. –Déjeme entrar primero para anunciarla ¿de acuerdo?- la miró una vez más con escrutinio esperando una respuesta por parte de ella.

-Sí, está bien.- dijo la pelirrosa en voz baja asintiendo con la cabeza, sintiéndose extraña ante aquellos ojos que la observaban, aquellos que parecían no perderse cada detalle de ella, como si esperaran cada movimiento para captarlo en pleno apogeo.

-Espere aquí un momento.- habló dándose la media vuelta para abrir aquella puerta de madera ya desgastada por el paso del tiempo. El joven giro la perilla con suma cautela como no queriendo avisar de su presencia, entro en la habitación y cerró la puerta tras de sí. 

-Abuela… ¿cómo te sientes?- escuchó la voz del pelirrojo al otro lado de la vieja madera.

-Sasori… estoy bien… tu vieja abuela aun es fuerte.- logró oír la voz de una mujer mayor, notando como las palabras se arrastraban un poco por su lengua mientras tocia dando breves pausas. –Creí que tenias mucho trabajo, ¿a qué has venido?- volvió a hablar de la misma forma pero esta vez en un tono un tanto socarrón.

-Vine a presentarte a la enfermera que me ayudara a cuidarte de ahora en adelante, Chiyo-baa.- dijo con una afecto en sus palabras que logró enternecer a la ojijade.

-¿Enfermera?… oh ya veo… entonces hazla pasar, no debes hacer esperar a una mujer.­- pudo notarse algo de sarcasmo en sus palabras al dirigirse al ojimiel.

Escuchó el sonido de unos pasos acercándose hacia donde ella se encontraba. -Ya puede pasar, Sakura-san.- enunció aquellas frías palabras abriendo la puerta para darle paso a la muchacha.

La joven pelirrosa se adentro con algo de timidez en el cuarto de la que sería su paciente, de inmediato y sin quererlo sus ojos emprendieron la inspección de aquel recinto, ahora lo confirmaba, aquel tapiz verde olivo se encontraba por toda la casa, los muebles eran de buena madera aunque algo vieja, logro ver en las paredes algunos cuadros de paisajes, aparentemente pintados por el joven Akasuna, mas hubo algo que verdaderamente llamo su atención. En la amplia habitación se encontraba un pequeño librero en cuyo interior estaban lo que parecían ser pequeñas marionetas de aproximadamente medio metro de altura, estas estaban hechas con tal detalle que por un segundo parecían tener vida propia, aquello fascinó a la ojijade sumergiéndola en un mundo de extrañas fantasías.

-Abuela… ella es Haruno Sakura, la enfermera.- percibió como la voz del pelirrojo resonaba en su mente trayéndola de regreso de sus abstraídos pensamientos, aquellos que tan recientemente la alejaban de la realidad con suma frecuencia. –Sakura-san ella es mi abuela, Chiyo.- se dirigió ahora a la pelirrosa con amabilidad.

-Mucho gusto Chiyo-san.- musitó con modestia inclinando levemente su cabeza en señal de respeto, mirando a la mujer que se encontraba en la cama, una persona de muy avanzada edad, de piel blanquecina con arrugas y varias manchas producto del paso del tiempo, unos ojos cafés cuyo brillo parecía apagarse con el marchar de los días y un cabello grisáceo opaco que le llegaba por encima de los hombros.

-Sakura, no me llames Chiyo-san dime Chiyo-baasama por favor, de ahora en adelante serás parte de esta casa, que es como si te volvieras parte de la familia.-manifestó aquellas palabras con gentileza y jocosidad entretanto se sentaba en la cama.

-De acuerdo, Chiyo-baasama.- dijo soltando una leve risita al sonreír con alegría, había algo en aquella mujer que le agradaba.

-Bueno Chiyo-baa, iré a preparar la cena, dejare que se conozcan un poco mas.- musitó de manera suave mientras se daba la media vuela en dirección a la puerta.

-¿No quiere que le ayude, S-sasori-san?- pregonó ella con suma cordialidad y un tanto cohibida por la mirada del ojimiel.

-No se preocupe Sakura-san, quédese aquí con mi abuela por favor.- habló con afabilidad mientras abría la puerta con lentitud y salía de aquella habitación con una extraña sonrisa dibujada en el rostro, una que a la joven Haruno le hacía estremecer y experimentar sensaciones que hasta ahora no había sentido jamás.

-Ven Sakura, hazle un poco de compañía a esta anciana.- sonrió de nuevo satíricamente mientras le hacia un gesto con la mano moviéndola de arriba abajo, indicándole así a la muchacha que se acercase.

La pelirrosa arrimo una silla, que se encontraba pegada a la pared, hasta quedar cerca de la cama donde yacía la abuela del pelirrojo, se sentó en ella con gracia y poso sus manos sobre sus rodillas en un ademan infantil y refinado.

-Dime Sakura… ¿de dónde eres?- pronunció aquellas palabras con decadencia pero aun sonriente.

-Soy de la ciudad de Konoha, Chiyo-baasama.- le regresó aquella sonrisa que la mujer le profería con tanto ánimo.

-Está un poco lejos.- soltó un risilla aparentemente de diversión. –Mi nieto y yo somos de la ciudad de la Arena ¿has ido alguna vez?- cambió gradualmente su expresión por una un poco más neutral.

-No, la verdad es que nunca he estado ahí, debe ser un lugar bello por lo que he oído.- arguyó pensativa mirando a la mujer, que sin quererlo le producía un extraño hueco en el corazón.

-Supongo que Sasori no te lo había mencionado ¿verdad?- dijo ella pronunciando las palabras entre aquejosos carraspeos.

-No Chiyo-baasama, la verdad es que no me habló mucho de él… ni de usted.- rió con algo de nerviosismo en cuanto escuchó el nombre del ojimiel.

-Ah  me lo imagine.- se mofó con descaro para sus adentros de forma entretenida, ciertamente a Sakura le parecía una mujer curiosa al igual que su nieto. –Sasori puede ser a veces… como decirlo… un poco… cabezota.- volvió a proferir una risilla peculiar característica de ella. –Pero no lo juzgues mal, es un buen muchacho, solo que ha pasado por muchas cosas.- habló ahora un tanto cabizbaja. 

-¿Cosas?... ¿qué clase de cosas, Chiyo-baasama?... d-digo si es que puedo saber.- sonrió un tanto exaltada al notar lo poco adecuada que era su pregunta, no obstante, el deseo de saber más sobre el ojimiel la impulso a no retractarse.

-Sakura… se que a primera vista él puede parecer una persona fría y soberbia, pero tal vez tu hayas podido ver que en el fondo no es así, tan solo… él ha sufrido mucho.- apenas se lograron escuchar aquellas últimas palabras, que parecían teñir sus ojos de una gran tristeza.

-Chiyo-baasama…- sus palabras se disolvieron en el aire mientras acongojada miraba a la mujer cuya melancolía era más que notoria. –Quizá yo no sea nadie para haber preguntado eso, pero siento que si hay algo que yo pueda hacer para aliviar esa carga que Sasori-san parece llevar en los hombros… ¡lo haré!- habló en un tono cargado de decisión sintiendo como un leve sonrojo inundaba sus mejillas. Y aun cuando no estaba segura del por qué había dicho lo anterior ni del por qué se preocupaba tanto por el pelirrojo, si estaba segura de que haría cualquier cosa por ver una sincera sonrisa dibujada en su blanquecino rostro.

-Lo sé Sakura… algo me dice que tu podrás sanar sus heridas del pasado, esas que lo han hecho la persona que ahora es.- se le notó un poco más alegre ante las palabras de la ojijade mientras que en un suspiro entreabrió la boca para proseguir. –Tal vez sea mi nieto quien deba decirte esto pero… veras, sus padres murieron cuando él era aún muy pequeño, esa pérdida realmente le afecto mucho… solo trata de entenderlo ¿sí?- sonrió de manera amable y alegre para luego mirarla directamente a los ojos.

-Lo haré Chiyo-baasama, no necesita pedírmelo.- dijo aquellas palabras en un tono de suma comprensión y cariño, eran algo extrañas todas las emociones que lograban levantar en ella tanto el joven Sasori como su abuela.

Después de aquellas declaraciones que le daban a conocer a la pelirrosa pequeños detalles de la vida del pelirrojo y que sin darse cuenta ansiaba conocer, surgió de pronto una conversación menos entrañable, algo un poco más superficial. Sakura habló contestando las curiosas preguntas de  su peculiar paciente, aclarando ciertos puntos de su vida que de repente parecía tan normal y relativamente feliz en comparación a la del joven Akasuna. También logró saciar algunas de sus dudas con respecto al susodicho y conocer un poco más de la anciana mujer que yacía frente a sus ojos, como el que ella era una experta en medicina herbolaria y que era quien había instruido a su nieto en el arte de fabricar marionetas, el cual con los años este había perfecciono al grado de la sublimidad, y así, entre risas y un poco de nostalgia el tiempo pasó con diligencia.

Al cabo de un rato y de manera inesperada resonó el ruido de unos nudillos tocando la puerta de la habitación. –La cena esta lista, Chiyo-baa, Sakura-san…- se escuchó la voz del ojimiel al entrar a la recamara sosteniendo un azafate de madera con ambas manos, el cual daba cabida a la cena de esa noche. Con movimientos lentos y teniendo el cuidado suficiente para no tirar el contenido de la charola, caminó hasta la cama donde se encontraba su abuela y colocó la comida en su cama. –Aquí tienes abuela, prepare algo especial para ti y para Sakura-san.- comentó en un tono repleto de frialdad aquel tierno gesto.

-Muchas gracias Sasori pero, siento que esta noche no tengo mucho apetito.- le mencionó con modestia la mujer de cabellos blancos, se sentía sumamente apenada, pues no podía siquiera el pensar en degustar el tan elaborado platillo que su nieto le había preparado.

-No Chiyo-baa, no puedes hacer eso, el doctor dijo que debías alimentarte bien.- le espetó con la preocupación claramente acentuada en su voz, una que, aunque aparentemente era grande no lograba reflejarse en sus facciones.

-Pero… en verdad no tengo ganas de comer.- habló de forma un tanto infantil, una que le hizo reír internamente a la ojijade.

-Sakura-san…- le dirigió la palabra de modo suplicante a la muchacha de rosados cabellos que divertida, yacía observando aquella pequeña discusión.

-Sasori-san tiene razón, Chiyo-baasama tiene que comer algo, aunque sea un poco.- dijo en un respingo al percatarse de que el pelirrojo le pedía un poco de ayuda para con su abuela, no cavia duda de que era una persona un tanto terca y en cierta forma esa parte suya le recordaba a sí misma. –Vamos, pruebe tan solo un bocado ¿sí?- le sonrió de manera tierna como si de su propia abuela se tratase, sin percatarse de que a su lado el pelirrojo la miraba profundamente y con interés, como queriendo observar cada una de sus reacciones.

-De acuerdo, comeré un poco ya que Sasori se tomo la molestia y porque me lo estas pidiendo.- argumentó regocijándose para sus adentros dándose cuenta de cómo su nieto miraba a la muchacha de ojos jade.

-Bien Sakura-san, bajemos a cenar. Regresaremos en cuanto termines, abuela.- profirió aquellas palabras en un tono neutral mientras que sus labios se curvaban en un leve gesto de alegría. –Después de usted.- alargó su mano de manera caballeresca para exhortarla a que tomara la delantera, posando sus profundos orbes en los de ella.

-C-claro... g-gracias.- los sonidos que emitía se escuchaban entrecortados, pues nuevamente se sintió presa de aquellos ojos que tan hermosos le parecían. Caminó con pasos aletargados sintiendo como una mirada era clavada en su nuca, escuchó la puerta cerrarse tras de sí y acelero un poco el paso bajando las escaleras hasta llegar a donde se encontraba el comedor, mas lo extraño era que este se encontraba vacío, tal cual y como lo había visto con anterioridad.

-Pensé que el comedor sería demasiado grande para solo dos personas. No le molestara cenar en la cocina ¿verdad, Sakura-san?- pudo oír la voz del Akasuna tras de ella, articular aquellas palabras con suma tranquilidad.

-No, c-claro que no…- se dio la media vuelta en movimientos pausados, se le pudo notar aun más nerviosa que de costumbre, haciéndose evidente un feroz sonrojo que se arremolinó en sus mejillas haciéndolas arder. Sintiendo como sus piernas le temblaban a causa de la ansiedad que la afligía, logró trasladarse hasta la cocina que estaba cerca de donde se encontraba; una vez ahí, se sentó en una de las sillas de madera que rodeaban la gran mesa circular, que se encontraba en medio del lugar. Inmediatamente su curiosidad se avivó y empezó a observar todo cuanto se hallaba frente a sus ojos, figuradamente la cocina era el único lugar donde los objetos no parecían de más de medio siglo de antigüedad, así posó su vista en la comida que expedía un agradable aroma y pudo notar como la mesa estaba finamente puesta como si de un banquete se tratase.

-Veo que usted y mi abuela se han llevado muy bien.- enunció de manera seca mientras tomaba asiento quedando de frente a la ojijade.

-Es una persona muy agradable, la he sentido como de mi familia.- le sonrió  de manera tierna, observando cómo se disponía a servir los alimentos que ambos compartirían.

-Al parecer ella piensa lo mismo de usted… aquí tiene.- argumentó entregándole un plato bien servido de una suculenta pasta cubierta de una salsa color verde que emitía un aroma similar al cilantro y adornada con un poco de queso parmesano por encima. –Creo que el que conviva con usted le hará bien, la mayoría del tiempo se encontraba sola y eso le hacía decaer, deseo que sus últimos momentos la pase en buena compañía. ¿Gusta algo de vino tinto?- continuó con aquella conversación acercándole una botella de un verde obscuro en cuyo interior se hallaba un liquido color uva.

-Sí, solo un poco p-por favor.- le acercó la copa que yacía vacía frente a ella sintiéndose sonrojar de nuevo, lo viera por donde lo viera aquello parecía una cena romántica. –Yo… realmente la he visto muy bien, no pareciera una persona des…- se detuvo de golpe para no terminar aquella frase que probablemente heriría los sentimientos del pelirrojo.

-¿Desahuciada?... no se preocupe. Es solo que tiene días buenos, sin embargo esos días se están terminando conforme pasa el tiempo.- habló con indiferencia frente al tema, no obstante sus ojos reflejaban lo que parecía ser una tenue tristeza. –En fin… supongo que mi abuela le habrá contado que no somos de por aquí o… ¿me equivoco, Sakura-san?- le pregonó con interés mientras la observaba directamente a los ojos.

-N-no… no se equivoca. Me contó que son de la ciudad de la Arena.- una vez más se sintió como devorada por aquellos orbes color melaza, rememorando aquel trágico pasado del joven que su abuela le había relatado.

-Sí, cuando ella enfermo nos mudamos aquí, debido a que el médico dijo que el ambiente del lugar sería mejor para su salud.- desvió ligeramente su mirada de ella para dar un sorbo a la copa de vino que sostenía en la mano izquierda.

-Y-ya veo… y… ¿sus padres, Sasori-san?- realizó aquella pregunta aun sabiendo la respuesta y a sabiendas de que el tema le traía malos recuerdos al Akasuna, mas no lo podía evitar pues sentía la inconsciente necesidad de que él le hablara de su pasado pues deseaba conocer cada vez mas y mas de su vida.

El ojimiel frunció un poco el entrecejo frente a la interrogante de la pelirrosa y sus ojos se entrecerraron dibujándose en su rostro un mohín de desagrado, mas aquella expresión fue momentánea y nuevamente adoptó una postura de indiferencia y totalmente ecuánime. –Ellos… murieron ya hace mucho tiempo, fue mi abuela quien prácticamente me crió.- desvió su vista a un lado por un segundo, como prefiriendo no hablar de ello, para después volver a posar sus ojos en ella esperando una respuesta de su parte.

-Yo… lo lamento tanto, creo que no debí preguntar.- habló tan solo de dientes para afuera pues muy en el fondo y sin realmente percatarse de ello, no se arrepentía de nada.

-Ya no importa, además usted no podía saberlo.- le lanzó una fuerte y extraña mirada, una que trataba de indagar en lo más profundo de la mente de la ojijade, si resultaba o no para ella era un misterio.

Posteriormente a esa conversación la noche pasó transigente y con ella las dos semanas siguientes. Durante aquel tiempo la convivencia entre Sakura y el joven Akasuna se hizo cada vez más frecuente y cercana, al grado de dejar las formalidades para hablarse con mucha más confianza. También logro crear un vinculo sumamente fuerte con quien había sino la nana del pelirrojo, llegando incluso a considerarla su propia abuela. A diario se encargaba con esmero de sus cuidados y compartían numerosas actividades, entre ellas la lectura, algunos juegos de mesa, pequeñas lecciones de herbolaria y anécdotas principalmente referentes a la niñez del ojimiel y a la de la pelirrosa misma.

Por otra parte en el tiempo que había transcurrido de su estadía en aquella casa, la ojijade pudo percatarse de que aquel apasionado interés que sentía por el ojimiel, el cual era sumamente notorio al preguntarle infinidad de cosas sobre él a su abuela, había ido convirtiéndose lentamente en un enamoramiento, quizá se había enamorado de él desde la primera vez que lo vio pero no se había dado cuenta de ello.

Con el paso de los días y más pronto de lo que hubiese imaginado, aquel sentimiento aumentaba a pasos agigantados en su interior, mas lo peor era que ella estaba consciente de dicha situación puesto que cada que se encontraba con el susodicho por la casa, se apoderaba de ella tal nerviosismo que inclusive le impedía pensar y actuar de manera racional; sin embargo, notó que en su interior no solo anidaba una ansiedad que la abrumaba cada vez que veía al pelirrojo, sino que también se implantaba una sensación de comodidad que no podía describir, toda una serie de sentimientos contradictorios la invadían cuando se hallaba cerca de él, ni siquiera era necesario el hablar solo bastaba con verlo para que su mundo se pusiera de cabeza haciendo que se olvidara hasta de quien era.

No obstante y a pesar de que todas esas emociones la confundían enormemente, ella disfrutaba cada segundo que pasaba al lado del joven Sasori, atesoraba cada momento sintiéndose cada vez un poco, tan solo un poco más cerca de él, durante el transcurso de aquel tiempo habían tenido varias conversaciones acerca de distintos temas y le sorprendía lo bien que podía hablarle, sentía casi como si pudiese contarle cualquier cosa, e increíblemente él parecía abrirse frente a ella todavía con aquella actitud distante, no obstante sus palabras mostraban sinceridad, aquella que la pelirrosa tanto deseaba. Aquellas últimas dos semanas habían sido en parte alegría y hallazgos de nuevas emociones, pero no todo podía ser así por siempre y pronto se daría cuenta de ello de la manera más abrupta y dolorosa.

-Sakura… ¿podrías venir un momento?- se asomó por la puerta de la cocina el rostro del ojimiel, interrumpiendo a la joven de rosados cabellos que preparaba el té de tarde. –Necesito tu ayuda, será solo un segundo.- habló en un tono cálido y amable mientras se daba la media vuelta y se dirigía hasta las escaleras.

-Si, por supuesto.- paró de golpe la labor de preparar el té para ella y para la abuela del pelirrojo quien la esperaba arriba, para después seguir los pasos del susodicho hacia las escaleras. Subió hasta el segundo piso y lo siguió hasta su estudio.

-¿Podrías sostenerla un momento mientas acomodo su vestido?- manifestó en un tono suave mostrándole lo que parecía ser una persona sentada en una silla.

-¿Es tu nueva creación?- pregonó de manera informal como si de su familiar se tratase acercándose hasta la silla y tomando con cuidado entre sus brazos, alzando así la marioneta de tamaño real que representaba a una mujer de piel apiñonada, cabellera castaña clara y ojos verde olivo que portaba un elegante y pulcro vestido color blanco.

-Sí, ¿qué te parece?- preguntó curioso ante su pronta respuesta mientras que se agachaba y acomodaba los holanes del vestido con suma seriedad.

-Es hermosa… no importa cuánto la mire, realmente pareciera estar viva.- arguyó con asombro aun sosteniendo al títere por el torso con cautela.

-Listo… ya puedes bajarla.- enunció aquellas palabras poniéndose nuevamente de pie. –Me alegra que te guste, dudaba un poco en si había escogido los colores correctos.- le dedicó una tenue sonrisa cargada de amabilidad alzando una ceja en señal de indecisión.

-Creo que el blanco del vestido queda muy bien con el tono de su piel y el color de sus ojos, además siento que le da un aire de pureza, supongo.- soltó una risita chillona producto de la inseguridad de su comentario.

-Entonces logre expresar bien la idea.- volvió a sonreírle de forma cordial para mirarla recónditamente a los ojos, sin duda aquella sonrisa, aunque falta de mas sentimiento, simplemente le alegraba el día.

Anochecía de forma paulatina cuando repentinamente se escucho una campana sonar con gran estruendo  y aparente desesperación. -¿Qué es eso?...- cuestionó con alarmo al oír los fuertes golpeteos de la campanilla.

-Es mi abuela…- dijo el ojimiel volteando rápidamente la cabeza en dirección a la puerta de la habitación. –Es la campana… se la di para que la tocara en el momento que sintiera cerca su…- dejó aquella frase inconclusa mientras dubitativo observaba el piso. –Sakura ¿recuerdas lo que te dije cuando llegaste aquí?...- aquella pregunta se disolvió en el aire como algo indeseado. -¿Lo de que no le quedaba mucho tiempo?... pues creo que ese tiempo a llegado a su fin.- habló de manera melancólica mientras la observaba en busca de una respuesta.

-N-no me digas que…- musitó ahogadamente sintiendo como sus ojos se empañaban con lentitud.

-Ve con ella, yo llamare al médico.- salió de la recamara con celeridad y bajo las escaleras hasta la estancia donde se encontraba el teléfono.  

La pelirrosa se dirigió a paso acelerado hasta el cuarto de la anciana mujer, percatándose de cómo su vista era nublada por las lágrimas que se concentraban en sus verdes ojos. -¡Chiyo-baasama!- exclamó siéndose presa del temor que le provocaba la cercana perdida. –¿Qué sucede?...- trato de calmarse lo más que pudo y se acerco hasta ella. Ahora la mujer de blancos cabellos parecía mucho más débil, su piel se notaba pálida y sus ojos perdían brillo poco a poco.

-Chiyo-baa, el doctor llegara en unos minutos, yo…- enunció de manera agitada siendo interrumpido por su abuela.

-Ya no tiene caso llamar a ningún médico, mi querido nieto… y-ya no me queda mucho tiempo… así que ven… acércate.- se podía escuchar como arrastraba las palabras una detrás de otra y podía también notarse la delgadez con la que hablaba.

-Abuela…- apenas si murmuró aquella única palabra mientras a pasos sosegados se acercaba hasta la cama. Miró a la mujer que con amor lo había criado y enseñado aquello que ahora tanto amaba “su arte”, de pronto sus ojos se nublaron con la tristeza y en su garganta se formó un nudo totalmente impropio de él. Se posó ahí, inerte frente a su agonizante nana y tan solo logro articular un gesto de indiferencia que su mirada no evidenciaba.

-Sakura…- inició aquellas palabras de despedida, haciendo que de los ojos de la susodicha brotaran unas cuantas lágrimas. –Este corto tiempo que pasamos juntas fue… muy divertido.- se rió con jocosidad no perdiendo aquel carácter suyo tan peculiar. –Por favor no olvides lo que te dije cuando nos conocimos… solo… trata de entenderlo…- habló con largas pausas al hacerlo, mientras su rostro parecía desvanecerse. –Sasori… quizás no seas… el modelo ideal de persona… pero… estoy muy orgullosa de ti…- dijo aquellas palabras llenas de amor al observar como su nieto se sentaba a un costado de ella, en la orilla de la cama y la tomaba de la mano. –Estoy…- sus ojos comenzaban a cerrarse pausadamente conforme pasaban los segundos y las fuerzas abandonaban su cuerpo con lentitud. –Estoy… muy orgullosa de lo que has… hecho… orgullosa de tu arte…- le miro a los ojos con cariño tratando de responder a su agarre, no obstante ya no le quedaba suficiente energía para ello.

-Lo sé abuela… yo… en gran parte te lo debo a ti.- por un segundo su tono de voz se escucho amoroso y melancólico, solo por un segundo pues no estaba en su naturaleza el ser así.

-C-chiyo-baasama…- pronunció las palabras entre sollozos derramando innumerables lagrimas cargadas de dolor y desconsuelo.

-Ven… Sakura… acércate… deseo ver por última vez… el rostro de mi nieto… y el tuyo…- se diluyeron morosamente aquellas últimas palabras, mientras cerraba sus ojos con calma al observar como la pelirrosa se paraba a un lado del ojimiel.

-Chiyo-baasama…- susurró con pesar al ver como la mujer plegaba sus ojos por completo haciéndola parecer dormida. La ojijade se acercó hasta su cuello y con el dedo índice y medio palpó el mismo para verificar lo que ya era obvio, desatando así en un mar de lágrimas dándose la media vuelta.

-Descansa en paz, Chiyo-baa…- musitó el pelirrojo en un tono frio que dejaba al descubierto unos afligidos ojos miel, mientras se levantaba de la cama y la cubría con la sábana blanca que antes le había servido de cobijo.

-Sakura… ¿te encuentras bien?- preguntó de manera tierna acercándose con pasos diligentes y poniendo una mano en el hombro de la joven.

-¡Sasori!...- exclamó entre llanto dando la media vuelta y arrojarse de lleno a sus brazos. –Abrázame… por favor… abrázame fuerte.- hundió su rostro empapado en lagrimas en el pecho del ojimiel, estrujando su cuerpo con vigor.

-Sakura…- dijo con dulzura al envolverla tiernamente con sus brazos, atrayéndola a su cuerpo con sosiego.


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