miércoles, 21 de diciembre de 2011

Mi dulce, dulce vecino Capitulo 3

Este caoítulo tiene contenido no apto para menores de edad.

Capitulo 3: “Dulce vecino”

Había pasado ya una semana desde aquel extraño incidente en el baño de la plaza, Sakura simplemente dejo de pensar en ello y se convenció de solo había sido un pervertido cualquiera tratando de satisfacer sus fantasías.

-Haaaaamp… dios que rápido se me ha pasado mi primera semana libre y esa Ino despreocupada, no fue ni siquiera para venir a darme una disculpa hump.- dijo la ojijade recién levantada de la cama, aun somnolienta y notoriamente molesta por el abandono de su amiga.

De pronto comenzó a sonar el timbre del teléfono, se dirigió con suma tranquilidad hasta una mesa cerca del comedor donde se hallaba dicho aparato y con calma tomo el auricular. –Si ¿diga?- hablo la pelirrosa con letargo.

-Hola, Sakura ¿cómo estas­?- se escucho una voz una tanto chillona al otro lado de la línea.

-¡Ah! ¡Ino-cerda! nada de “¿cómo estás?”, como pudiste dejarme sola sin decirme nada ¿eh?- le reprocho con gran molestia y furor en sus palabras.

-Ah en verdad lo siento, lo que sucede es que me llamaron de urgencia del hospital y ya no pude decirte nada y lo peor es que fue solo para hacer insignificante papeleo.- menciono la ojiazul del otro lado en un tono que denotaba fastidio. –Parece ser que va  haber un nuevo doctor en el hala de psiquiatría, pero aun no me he enterado de quien va a ser, en verdad me han tenido tan apurada para nada.- dijo con enojo sin darle mucha importancia al asunto. –Pero… aun más relevante, ¿estás bien?... no te he visto ni hablado contigo en toda una semana, que… ¿ocurrió algo?- pregunto con preocupación.

En cuanto hubo escuchado esa simple pregunta proveniente de su amiga, las imágenes de aquel incidente en la plaza le llegaron como un doloroso rayo a la mente, sus ojos se abrieron grandes y un escalofrió recorrió su espalda por completo. –N-no… no ha pasado nada, es solo que… quería descansar un poco… sí, eso es todo, al fin y al cabo son mis preciosos días libres ¿no?- le respondió dejando salir una risilla cargada de nerviosismo, evitando mencionar lo ocurrido para no preocupar a su tan preciada amiga.

-Bueno, está bien… si tu lo dices.- musito de manera leve notando la falsedad en las palabras de la pelirrosa. – Hmmm… dime… ¿qué te parece si vamos tu y yo junto con Hinata a tomar un café?... eh ¿qué me dices?- le propuso su rubia amiga cono la intención de animarla un poco y con la ilusión de evitar que la pobre de Sakura terminara convirtiéndose en una hikikomori.

-Ehm… si, me parece buena idea… ¿a qué hora nos vemos?- afirmo preguntando con algo de ánimo y esperanza… la esperanza de distraerse, pero más aun olvidar, olvidar todos aquellos pensamientos que le causaban tanta angustia.

-Hmmm… ¿qué te parece a las cuatro, enfrente del café de siempre?- le expreso la rubia sumamente animada.

-Sí, suena bien… entonces nos veremos más tarde, bye.- contesto la ojijade ya con un poco mas de energía.

-Ok, bye.- se despidió la ojiazul para luego colgar el teléfono a la par de la pelirrosa.

Dejo el teléfono en la mesa de donde lo había tomado y se dirigió con pereza hacia su cocina, extrajo del refrigerador dos huevos y un envase de jugo de naranja, los coloco en la barra y de un estante saco un vaso y de otro un sartén, puso el sartén a calentar, vertió los dos huevos y se dispuso a freírlos, mientras servía un poco de jugo en aquel vaso. Ya listos los coloco en un plato, tomo este junto con el vaso y se dirigió a la mesa del comedor con la disposición de desayunar, situó el plato y el vaso en la mesa y cuando estuvo a punto de sentarse escucho sonar el timbre de la puerta.

Se condujo hasta la puerta y con suma calma la abrió y al hacerlo se encontró con quien menos se imaginaba. -¿S-sasori-san?- pregunto vanamente con la sorpresa dibujada por todo su rostro.

-Buenos días, Haruno.- saludo el pelirrojo con un paquete en su mano derecha y tres cartas en la otra.

-P-pero… ¿q-qué te trae por aquí… Sasori-san?- le pregono la ojijade aun atónita por la inesperada visita.

-Ten… parece que se han equivocado… creo que esto es tuyo.- dijo el ojimiel, mientras le extendía la mano a la joven, entregándole así aquellas cartas que sostenía en esta.

-Ahm… gracias…- respondió, mientras tomaba las cartas un tanto dudosa por el extraño gesto de Sasori, es decir, ella pensaba que casi con seguridad el simplemente las habría dejado en su puerta o en el buzón, pero nunca se imagino que las entregaría en persona, después de todo el cartero siempre se ha confundido y a dejado algunas cartas en la casa de al lado.

-Además…- dijo el muchacho titubeando un poco dejando una incógnita flotando en el aire.

-¿Además?...- pregunto la ojijade con suma curiosidad, tanta que se le notaba en el rostro.

-Además… quería disculparme por haber sido tan grosero la última vez.- dijo él levemente apenado. –Es solo que… aun no me he acostumbrado a esta nueva ciudad y… todo es muy distinto á de donde yo vengo… en fin, realmente lo siento.- menciono con una timidez que aparentemente no era frecuente en el, pues las palabras no le salían con naturalidad.

-Hmmm… bueno eso es comprensible, no te preocupes, sin rencores ¿sí?- dijo mientras le extendía la mano en señal de reconciliación y al ver como su acompañante correspondía tal acto una gran sonrisa se dibujo en su rostro y una felicidad –que estaba fuera de todo contexto- se implantaba en ella al ver que su nuevo vecino no era tan malo como aparentaba. –Oye… no es que sea una entrometida ni nada por el estilo pero… si te soy sincera me da mucha curiosidad saber ¿por qué recibes tantos paquetes?, incluso ahora estas cargando uno.- pregunto con extrema curiosidad, pues desde que le había conocido lo veía con un con algún paquete en las manos.

-Ah… ¿esto?- pregunto vanamente acercando la mano que contenía el paquete hacia Sakura. –Es solo material y algunas piezas para mi trabajo.- dijo sin darle mucha importancia.

-¿Piezas?... si no es mucho… ¿en que trabajas?, como dije no quiero ser indiscreta pero… ya que somos vecinos no está mal saber un poco más uno del otro, creo.- le expreso la pelirrosa un tanto apenada por su fisgoneo.

-Pues, veras… yo me dedico a fabricar marionetas, ese es mi arte.- dijo el ojimiel denotando orgullo en sus palabras.

-Oh, entonces… ¿eres un artista? realmente nunca me lo habría imaginado.- le menciono sumamente sorprendida ante tan curiosa profesión.

-Pues, bueno… debo irme, tengo trabajo que hacer, hasta pronto Haruno.- se despidió el ojimiel esta vez con una poco común amabilidad, mientras un raro brillo se implantaba en sus ojos y una sonrisa ladina, la cual la pelirrosa no había notado, se dibujo en su rostro y así, moviendo la mano en señal de adiós, dio unos cuantos pasos para salir del pórtico de la muchacha. 

-Hasta luego, Sasori-san… que tengas un lindo día.- dijo la ojijade de manera alegre y enérgica, de pronto todos sus malos pensamientos se habían esfumado, como si con solo ver a su nuevo vecino la felicidad hubiese llegado a su día.

-Llámame solo… Sasori.- dijo él un tanto despreocupado oyéndose esto a lo lejos, pues iba a la mitad del camino hacia su hogar.

-Pues entonces, dime Sakura.- le manifestó casi en un grito debido a la lejanía del ojimiel. –Que me llames por mi apellido, no me agrada.- musito en voz baja con un sonrojo en sus mejillas.

Se despidieron con ánimo y ambos entraron a sus respectivos hogares, ya en su casa la pelirrosa se dispuso a continuar con su desayuno, se sentó en la mesa y comenzó a comer.

-Vaya… quien diría que Sasori-san no era tan mal tipo.- hablo para sí con una sonrisa en su rostro y un sonrojo que sentía que le quemaba, por alguna extraña razón con solo ver al muchacho su corazón latía desenfrenado y todas sus preocupaciones se disipaban.

Dadas las tres de la tarde, Sakura se dispuso a ducharse y a arreglarse para salir más tarde con sus amigas, aproximadamente cuarenta minutos después la ojijade ya se encontraba arreglada y lista para salir, llevaba puesto un vestido estilo chino de color negro estampado con rosas rojas, que le llegaba a la mitad de sus muslos, unas botas negras largas, el cabello recogido con una peineta adornada con una pequeña rosa y un maquillaje simple que como siempre le sentaba bien.

Salió de su casa con calma, cerró la puerta con llave y dio media vuelta con la intención de dirigirse hacia el café donde sus amigas la esperarían, el camino fue muy corto pues dicho café no se encontraba muy lejos. Cuando hubo llegado pudo observar que sus amigas yacían paradas cerca del pequeño establecimiento esperándola, en cuanto vieron a Sakura la saludaron a lo lejos con las manos y esta alegre, les respondió de la misma forma, mientras aceleraba el paso para llegar hasta donde ellas se encontraban.

-Hola Ino, Hinata ¿cómo han estado?- saludo la pelirrosa, mientras risueña les daba un beso en la mejilla a ambas.

-Hola, frentona, cuánto tiempo sin verte.- dijo la rubia en un tono un tanto burlón, entretanto correspondía el beso de la ojijade.

-¿Cómo estas, Sakura-chan?- pregunto Hinata como siempre con algo de timidez y en un tono bajo.

-Si… cuanto tiempo sin verlas, estoy bien gracias por preguntar… ¡eh! ¡Ino!- dijo la pelirrosa en un tono acusatorio  que iba dirigido especialmente a la ojiazul.

-¡Vengan!... vayamos a adentro.- ordeno la rubia de manera enérgica, tomando de la mano a sus dos amigas jalándolas al interior de la cafetería, tratando de ignorar aquella recriminación por parte de la ojijade.

Ya dentro uno de los tantos meseros les asigno una mesa para tres, les dio la carta, espero un momento y tomo sus ordenes de manera amable y formal.

-Yo quiero un café capuchino y una rebanada de pastel de… doble chocolate.- pidió la rubia con desmesurada confianza hacia el joven camarero.

-Yo… quiero un café moka y… un pastel de fresa, por favor.- ordeno la peliazul con timidez y cortesía al hablar.

-Si… y… ¿para usted, señorita?- pregunto el joven dirigiéndose a la ojijade con suma educación.

-Hmmm… yo quisiera, por favor… un té verde y un pastel de mora, gracias.- solicito con amabilidad entregándole las cartas del menú al joven mesero, este se retiro haciendo una cortes y pequeña reverencia mientras tomaba los menús, en cuanto hubo hecho esto las tres amigas se dispusieron a charlar con comodidad.

-Ah por cierto Sakura, parece ser que le nuevo doctor del hala de psiquiatría, va a entrar a trabajar al hospital el mismo día en que regresas de tus vacaciones ¿te lo imaginas? que coincidencia ¿no crees?- le informo la ojiazul a su amiga, como un dato necesario pero sin mucha relevancia.

-¿Enserio?... bueno la verdad es que no es nada inusual el que haya un nuevo medico, pero el hala de psiquiatría… eso sí es algo poco común.- menciono la ojijade sin preocupación pero en un todo que denotaba un poco de curiosidad. –Y… ¿tienes alguna idea de quién podrá ser?- pregunto indagando en el asunto.

-Hmmm… la verdad es que no tengo ni la más mínima pista, no puedo creer que no me dejaran echarle un vistazo a su hoja curricular para ver su fotografía o por lo menos su nombre, maldita sea.- dijo la rubia sumamente enfadada y maldiciendo por lo bajo.

En ese momento el mesero llego con las órdenes de las tres muchachas y se las repartió. –Aquí tienen, que lo disfruten.- dijo amablemente mientras entregaba los postres y las bebidas.

-¡Muchas gracias!- expresaron las tres al unísono.

En cuanto hubo sucedido esto, Sakura sintió un extraño escalofrió recorrer su espalda y esta terrible sensación de ser observada… volvió inesperadamente. Miro cada rincón de la cafetería en busca de una despoblada mirada que estuviese puesta sobre ella, más sin embargo, ni una sola siquiera, precedía hacia la dirección en la que ella se encontraba, todos los que en ese momento se hallaban en aquel lugar, estaban ocupados en sus propios asuntos, platicando con aquellos quienes les acompañaban, nadie, absolutamente nadie la miraba.

Una vez más inspecciono el lugar en busca del poseedor de aquella potente mirada que sentía clavada en su persona, no obstante todo fue ilusorio, nadie la miraba, incluso observo por el gran ventanal que se hallaba cerca de la entrada para ver si descubría algo, nuevamente todo fue en vano, no había nadie.

Se dio a la tarea de dejar de pensar en ello, de convencerse de que todo era tan solo producto de su vivida imaginación y gozo el corto lapso del que disponía junto a sus amigas, paso el tiempo y disfruto de una buena, divertida y cómoda charla con sus afectas, después de eso la tres pagaron la cuenta, salieron del café y se dispusieron a marcharse a sus respectivos hogares.

-Sakura… ¿no quieres que te acompañemos a casa?- le pregunto la rubia un tanto preocupada.

-Hmmm… no gracias, puedo regresarme sola, estaré bien.- respondió la ojijade un tanto indecisa y profundamente abstraída en sus pensamientos.

-Bueno… entonces, nos veremos luego frentona, cuídate.- le expreso Ino en un tono de seriedad que extrañamente provenía de ella.

-Hasta luego, Sakura-chan, nos vemos.- dijo tímidamente la peliazul.

-Bye, bye.- se despidió la antes susodicha con una sonrisa fingida en el rostro.

Camino para el lado opuesto que sus dos amigas tambaleándose un poco debido a la terrible sensación de ser vigilada, esta vez el camino se le hizo un poco más largo de lo que en realidad era, sentía que comenzaba a faltarle el aire y que pronto sus piernas no podrían sostenerla más, sin embargo tomo valor y llego hasta su casa como pudo, una vez segura en la comodidad de su hogar, decidió olvidar lo ocurrido achacándolo solo a su imaginación.

Al día siguiente, nuestra pelirrosa se levanto medio dormida, y aun en pijama salió en busca del periódico, en este hecho tan simple se topo en la misma acción con su vecino, Sasori; se saludaron alegremente y con ello el corazón de Sakura comenzó a latir enérgicamente y un sofocante calor se avivo en su cuerpo haciéndose notorio con un leve sonrojo que cubría sus mejillas.

Ambos iniciaron una conversación matutina, desde la inesperada disculpa del pelirrojo, sus charlas se habían vuelto más habituales y fáciles para ambos, es decir, las palabras que ahora intercambiaban nacían con más naturalidad y no se atoraban en sus gargantas como en sus primeras platicas, continuamente al encontrarse mantenían cortas y largas conversaciones referentes a infinidad de temas y uno de los que más le agradaban a la pelirrosa era acerca del arte de Sasori, el arte de fabricar marionetas, una curiosa amistad había brotado entre ellos dos. Tanto fue el interés de la ojijade por el laborioso trabajo de su vecino, que decidió invitarlo la tarde del último de sus días libres, para que le mostrara cuan maravilloso era el arte que tanto presumía.

El día en cuestión llego y de su habitación salió al oír el timbre una Sakura revestida con un sobrio vestido gris que le llegaba por encima de las rodillas y una chaqueta roja que hacia juego con el color de su cabello, se dirigió a la puerta y presurosa la abrió con una gran sonrisa en el rostro.

-Hola… Sasori, pasa por favor.- le invito alegremente la ojijade con el entusiasmo plasmado en toda su fisonomía.

-Buenas tardes, Sakura; perdón por la intromisión.- dijo cortésmente el pelirrojo mientras bajaba la cabeza y se despojaba lentamente de sus zapatos para sustituirlos por unas pantuflas.

-¡Ven!… por favor siéntate.- le incito la pelirrosa de forma vivaz conduciéndolo hasta el sofá.

-Gracias…- musito el ojimiel.

-Y dime… ¿lo trajiste?... tu arte… muero de ganas por verlo.- pregono Sakura con suma emoción y un infantil brillo en los ojos.

-¡Sí!... y además traje algo muy especial para mostrarte cuan magnifico es.- dijo él con seriedad y con un peculiar y misterioso esplendor en su rostro.

-¡¡Oh!! Sasori… es hermosa.- exclamo la ojijade con un semblante de júbilo en un tono que denotaba ternura frente aquel pequeño títere que el joven le presento.

Aquella marioneta asemejaba a una joven que vestía un kimono negro con pétalos rosas que parecían ser de cerezo y consigo, llevaba un pequeño abanico blanco con una pequeña rama del árbol de un cerezo finamente pintada sobre él, su cabello era largo del color del ébano, sus ojos eran verdes y su piel era pálida como la nieve y posado entre su oreja y su refinada cabellera se encontraba una diminuta flor de cerezo, el maquillaje de aquel títere, el acabado de su rostro y la perfección de los detalles de su vestimenta hacían que esa muñeca cobrara vida por sí misma, todo aquello le daba un realismo que ella jamás había visto, es como si Sakura, en esos momentos estuviese contemplando a una hermosa y pequeña personita.

El joven marionetista comenzó a mover los hilos de aquel títere con tal habilidad que la pequeña muñeca asemejaba unos finos y agraciados movimientos tan reales como los de cualquier persona; la pelirrosa abrió grandes los ojos ante la destreza del muchacho titiritero y con una gran sonrisa y un brillo de singular felicidad en sus ojos no podía dejar de mirar al ojimiel y a su bella marioneta.

-Este es mi arte… Sakura… ¿te gusta?- pregono en una afirmación mientras un centello en su mirada y una maliciosa sonrisa se dibujaban.

-¡Sí!... es realmente hermoso, Sasori… yo… no tengo palabras para describir cuan esplendido es.- respondió atónita ante el maravilloso arte del joven.

-Me alegra mucho que te guste, porque en realidad esta marioneta la hice… especialmente para ti, es un obsequio de mi parte.- dijo el pelirrojo extendiéndole la mano con la que sostenía los hilos de aquella preciosa marioneta.

-¿En verdad… es para mí?- pregunto azorada la ojijade, desbordándose de alegría.

-Si… es toda tuya, solo para ti, Sakura… para que siempre recuerdes lo que es el verdadero arte.-dijo mientras se llevaba una mano a la nuca y la frotaba con nerviosismo.

-Oh… Sasori, te lo agradezco tanto, es realmente maravillosa, es tan linda, la cuidare muy bien ¡te lo prometo!- le expreso dichosa.

En esa tarde con su vecino, el tiempo pasó rápido entre pláticas acerca de la profesión de Sasori, del como fabricaba sus marionetas, de cuánto tiempo le tomaba y de quien había sido su maestro, el joven ojimiel le comento a Sakura que el arte de las marionetas había sobrevivido en su familia a través de su abuela quien se lo había heredado a él, poco después de que sus padres fallecieran; también le explico el concepto exclusivo que el tenia sobre el arte, sobre conservar la belleza de los objetos eternamente, todo esto le pareció cautivador, pero más aun, las palabras de joven Akasuna le parecieron hermosas, todo cuanto Sasori decía resonaba en su mente una y otra vez, pues nunca en toda su vida había conocido a alguien que tuviera tal concepción de la existencia y que amara tanto el arte como él y con esto nuestra pelirrosa se percato de que un sentimiento mas allá de simple amistad se implanto sin previo aviso en su corazón, algo nuevo y desconocido para ella había comenzado a emerger lentamente en su interior.

El resto del día pasó volando y pronto el mañana llego, el día en que Sakura volvería a su empleo se hizo presente, ese día se levanto temprano, más o menos a las cinco de la madrugada se ducho y se vistió formalmente con un traje de falda, blusa blanca, un saco color negro y zapatos de tacón alto, se maquillo levemente como era su costumbre y en una mochila empaco su pijama de médico, su bata y otras tantas cosas que necesitaría para la larga jornada de trabajo que le esperaba, salió de su casa y en la esquina de la calle tomo un autobús que la dejaría justo enfrente del hospital en donde trabajaba.

Llegando ahí ingreso a los vestidores y cambio su traje por el pijama de medico que había guardado con anterioridad, se coloco su bata en cuyo lado izquierdo estaba bordado: “Haruno Sakura, médico en urgencias”, tomo su estetoscopio y lo coloco alrededor de su cuello para cuando lo necesitase, guardo el resto de sus pertenencias en su locker y se dispuso a realizar sus rondas matutinas.

Extrañamente el tiempo paso ligero y pronto se hizo de noche, aun no había conocido al nuevo doctor del hala de psiquiatría, sin embargo había escuchado que llegaría ya entrada la noche, eran aproximadamente las ocho pm, así que no debería tardar en hacer acto de presencia, era una noche tranquila y silenciosa, habiendo terminado sus rondas por el momento se dispuso a trasladarse al baño.

Cuando se encontraba a tan solo a unos cuantos pasos de llegar a la puerta del servicio exclusivo para el personal, todo se obscureció… la luz se había ido, extrañamente las luces de emergencia no se encendieron, pero eso a Sakura no le pareció inusual, pues fuera había una tormenta tal, que asemejaba que el cielo se caería, sin mencionar que el edificio ya era bastante viejo.

Sin darle mucha importancia continuo su camino y cuando estuvo a punto de girar la perilla de la puerta del baño, una mano tapo su boca evitando que un escandaloso chillido saliera de su garganta, mientras que otra sujetaba con fuerza su cintura en un apretón posesivo para evitar que huyera, sintiendo así, como aquel cuerpo extraño se re pegaba al suyo con vigor. Respiro con atontamiento la colonia que invadió sus fosas nasales y aquel olor… fue distintivo, los ojos de Sakura se abrieron grandes, tan grandes que parecían querer salirse de sus orbitas, el pánico la congelo, no había duda alguna… era aquel hombre… el hombre de la plaza.

El joven aspiro hondo el aroma que desprendía el cabello de la pelirrosa y diciéndole al oído con intensa morbosidad y un jadeo ronco que ella conocía muy bien lo siguiente: -Ha pasado tanto tiempo… ¿no crees? Sa-ku-ra.- expreso con una risita soberbia y paralizante.  


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